BOLETIN Tomo LXVIII Núms. 277-278 Julio-diciembre
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POSESIONES 147<br />
Unidos, a principios del Siglo XX. Se transfiguraba de tal forma en el<br />
piano, como si estuviera improvisando y al parecer estuviera en trance<br />
y fuera la encarnación de un gran pianista.<br />
Guiomares: ¡Todas a babor! ¡Todas a estribor!, es un grito, un llamado<br />
desde las entrañas, a todas las Guiomares, en el tiempo, que han<br />
habitado nuestro Planeta. Me remonté a Mesopotamia y Alejandría,<br />
allí descubrí a mis antecesoras, y luego me sumerjo en la Edad Media,<br />
donde Granada y especialmente Sevilla, me ofrecen un sin número de<br />
Guiomares, que luchan a la luz de la palabra por salir de la oscuridad y<br />
darme a conocer su verdad. Verdad a veces dolorosa y desgarradora,<br />
otras también transformadora de la condición de la mujer, en aquel<br />
difícil momento donde las mujeres no gozaban del derecho a escribir y<br />
a tener su propia obra. Quisiera dejar aquí una constancia de lo que<br />
disfruté la travesía con Guiomar, la polizona, en el barco de Magallanes;<br />
las Guiomares negras, las que debí rescatar de las garras de la Inquisición<br />
o de la esclavitud; las trovadoras, las gitanillas, y la bien amada de<br />
Antonio Machado, quien es la capitana de este navío. Como dice el<br />
epígrafe del poeta, Alfredo Ocampo Zamorano, que da la apertura al<br />
libro: Al deletrear tu nombre entre mis besos/ leyendas de Guiomares/<br />
vigías de mi estar sobre tus sueños/ joyas desde el amor/ descubro tu<br />
escondite mar de letras/ en mitad de tu océano/ relato de estas fábulas<br />
poéticas.<br />
Bienaventurado el momento en que recibí este honroso nombramiento,<br />
el cual me dio lugar a ahondar en mi ser, en las Guiomares que<br />
me habitan y que desde su silencio me llamaron por años y años, hasta<br />
que escuché su grito y pasaron a ser protagonistas de los poemas que<br />
en seguida voy a leerles.<br />
Guiomares:<br />
¡Todas a babor!<br />
¡Todas a estribor!<br />
Guiomar a la luz del poema<br />
El Creador<br />
con su lápiz dorado<br />
invoca la luz<br />
por su nombre propio: