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Un invitado inesperado Shari Lapena

Libro de suspenso completo

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Llegan al pie de las escaleras, donde una puerta da al pasillo que recorre la

parte posterior del hotel. Justo a la izquierda está la cocina.

—Dejemos la cocina y los sótanos para el final —propone James—. Vamos a

mirar en la leñera.

Siguiendo por el pasillo desde la cocina está la puerta de la leñera. Siguen a

Bradley. Beverly no se fijó bien en la leñera cuando estuvo antes, pues tenía

prisa por seguir a los demás a la casa de hielo. Pero ahora la está viendo bien.

Hace mucho frío ahí dentro. Las paredes las forman sencillos tablones de

madera. No está aislada. Hay un tocón grande de madera con un hacha

clavada en él en el centro del suelo de tierra. Hay montones de leña bien

apilada todo alrededor. También astillas. Hay algunas herramientas de

jardinería y huele a humedad. Pero no hay aquí dentro ningún sitio donde

esconderse.

Siguen avanzando por el pasillo en la parte posterior del hotel y giran a la

izquierda, hacia el vestíbulo. En el lateral derecho está la biblioteca. James

abre la puerta de cristal y todos le siguen. Aquí tampoco hay ningún lugar

donde ocultarse.

Pasan, a continuación, a la sala de estar, pero, de nuevo, no encuentran nada.

Cuando vuelven al vestíbulo, giran por el pasillo hacia el bar. No ven nada en

él. Siguiendo por el pasillo está la puerta del apartamento de James y Bradley.

James abre la puerta con llave y los invita a entrar. El apartamento es

pequeño, pero está ordenado y bien amueblado. Tampoco hay nadie ahí.

Mientras regresan al vestíbulo, Beverly se siente tan aliviada como

desanimada. No sabe qué van a hacer ni cómo van a encontrar al asesino.

—Ya solo queda la cocina y el sótano —dice Bradley.

Beverly se siente inquieta ante la idea de tener que bajar al sótano, pero los

acompaña cuando vuelven a la cocina.

—Pasen —dice Bradley. Mientras él sostiene en alto la lámpara de aceite,

entran en la enorme cocina. Es mitad cocina de campo, mitad cocina

industrial. Beverly ve el enorme frigorífico que debe de ser de unos dos

metros y medio de ancho y que ahora está lleno de comida que debe de estar

descongelándose y pudriéndose. Hay una enorme isla en medio de la cocina,

claramente un espacio de trabajo muy ajetreado la mayoría de los días. Hay

armarios a lo largo de las paredes, un gran fregadero doble y un lavavajillas

industrial.

Beverly ve cómo James abre el gran frigorífico y se asoma. Nada. Después,

abre el armario empotrado y todos miran dentro con la ayuda de la

parpadeante lámpara de aceite. También está vacío.

—Solo queda el sótano —señala James mirándolos. Abre una vieja puerta de

madera y, con un gesto mecánico, busca el interruptor de la luz antes de caer

en la cuenta—. Dame eso —le dice a Bradley mientras extiende la mano para

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