Un invitado inesperado Shari Lapena
Libro de suspenso completo
Libro de suspenso completo
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
desde anoche. Debe de estar descomponiéndose ya. Eso debe de ser el olor.
¿Es que los demás no lo huelen? Siempre ha tenido un sentido del olfato muy
agudo. Es sensible. Siempre ha sido sensible. Teddy también lo es. No le
gustan las etiquetas dentro de la ropa y es muy quisquilloso con los
calcetines. Beverly se lleva la muñeca hacia la nariz y trata de respirar su
perfume, ya casi desaparecido.
Mientras va pasando el tiempo, se descubre con la vista fija en el cadáver,
envuelto en la fantasmagórica sábana. Antes ni siquiera podía mirarlo, pero
ahora lo observa con el ceño fruncido. Porque le tiene miedo. No quiere darle
la espalda. Es irracional, pero así es como se siente. Se está viniendo abajo.
Cree ver algo que se mueve en la oscuridad, junto al cadáver. Una forma
oscura, un crujido. Y ahora parece como si Dana se moviera ligeramente bajo
la sábana. Ha oído hablar de esas cosas, de cadáveres que se mueven después
de morir, que se estremecen porque están llenos de gas. Mira con más
atención.
«¿Qué es eso? ¿Es una rata?». Grita.
Henry se levanta de su sillón de un salto.
—¡Hay una rata, allí, junto al cadáver! —chilla Beverly levantándose y
señalando con el dedo. Todos se giran y miran con ojos entrecerrados hacia la
oscuridad, adonde ella está apuntando.
—Eso es imposible —dice James a la defensiva a la vez que da un salto desde
su asiento.
—Ya has dicho antes que tienes ratas —comenta Lauren con nerviosismo
mientras esconde los pies debajo de ella sobre el sofá.
—¡No aquí arriba! —protesta James.
—Pero hay un cadáver aquí —insiste Lauren—. Y puede que eso… las atraiga.
—Se estremece visiblemente—. ¡Dios mío, no puedo soportarlo!
Beverly está de acuerdo con Lauren. Ella tampoco lo soporta. Empieza a
llorar y a agitarse. Dejándose llevar por la costumbre de tantos años, se gira y
entierra la cara en el pecho de Henry. Él la rodea con los brazos y, aunque
ella sigue enfadada con él, eso la consuela.
—¡Tenemos que sacar ese cadáver de aquí! —dice Henry malhumorado.
—No deberíamos moverlo —contesta David.
—Al infierno con lo que deberíamos y no deberíamos hacer —grita Henry—.
Hay un cadáver ahí, está supurando y atrayendo a las ratas. ¡Y está asustando
a mi mujer!
Beverly levanta la cabeza del pecho de Henry y mira a Matthew. Se ha puesto