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Un invitado inesperado Shari Lapena

Libro de suspenso completo

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Se da cuenta de que su mujer le devuelve la mirada en medio de la oscuridad.

Por un momento, se pregunta, nervioso, si ella ha podido leerle el

pensamiento.

Pero, entonces, se le ocurre una idea y, antes de pensarla bien, la dice en voz

alta:

—Puede ser que Candice conociera a David. Puede que estuviese escribiendo

un libro sobre él. —Se inclina hacia David—. Dices que el caso apareció en

todos los periódicos.

—Eso es ridículo —contesta David con desdén.

—¿Lo es? Puede que ella supiera algo sobre el caso y fuera a plasmarlo en un

libro y tú averiguaste que iba a alojarse aquí y has venido para ponerle fin.

—¡Eso no tiene lógica! —protesta Gwen indignada—. Entonces, ¿cómo

explicas la muerte de Dana? ¿Por qué narices iba a matarla? Es absurdo.

—No, no lo es. Porque esta es mi teoría: Matthew discutió con Dana y la

empujó por las escaleras. David mató a Candice porque le iba a

desenmascarar con su libro. No hay relación entre los dos. Pura coincidencia.

—¿Quién te crees que eres? —responde Beverly—. ¿Hércules Poirot?

Henry mira a su mujer con desagrado.

—Yo sí que vi que Candice miraba a David anoche en la cena —interviene

Lauren, hablando despacio—. Tenía la atención puesta en Matthew y Dana y

también en David. En nadie más. Tú estabas de espaldas a ella, David, pero no

me cabe duda de que te estaba mirando.

—Puede que sea hora de tomar otra copa —dice Ian en medio del silencio

posterior.

Como Bradley no se mueve de su asiento, Ian se levanta y acerca él mismo el

carro de la bebida. Cuesta ver en la luz tenue. Coge la lámpara de aceite de la

mesa del centro y la sostiene en alto por encima del carro.

—Aún hay bastante aquí —anuncia.

Ian sirve las copas y las va pasando y vuelve a sentarse en su sitio al lado de

Lauren.

—Yo también tengo una historia que contar —dice, pensativo—. En realidad,

no es gran cosa. Ningún oscuro secreto. No me han acusado de asesinar a

nadie. Nunca me han arrestado. Nunca he estado en una zona de guerra ni he

visto ninguna masacre. Tuve una infancia bastante normal en Iowa con mis

padres y mis hermanos. —Se queda un momento en silencio—. Pero…, cuando

tenía trece años, mi hermano pequeño murió. Él tenía diez años. Fue duro.

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