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Un invitado inesperado Shari Lapena

Libro de suspenso completo

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mesa para dos mientras finge leer una revista. Pero, en realidad, está mirando

a David, el abogado, que por su posición no puede advertirlo. Lauren se

pregunta por qué mira Candice a David. Quizá le encuentre atractivo. Desde

luego, es atractivo, eso puede verlo cualquiera. Bueno, pues a ver si tiene

suerte, piensa Lauren. Está claro que él está interesado en la más joven y

fascinante Gwen.

Ahora Candice ha apartado su atención de David para mirar con bastante

intensidad a Dana y Matthew. Son una pareja atractiva, pero algo cambia en

el gesto de Candice, como si reconociese a Dana de algún sitio. O puede que

sea a Matthew al que ha reconocido. Lauren no está segura. Pero ahora

parece como si su interés se dividiese por igual entre la reluciente pareja de

jóvenes y el discreto abogado.

La escritora tiene un aspecto bastante austero. Pelo moreno apartado de la

cara y recogido en una cola de caballo. Complexión fuerte. Una falda y un

jersey sobrios y unas gafas igual de discretas. Tiene aspecto de poder pasar

por una enfermera eficiente. La única floritura es un bonito pañuelo alrededor

del cuello. No es que no sea atractiva, pero tiene sus años. Quizá casi

cuarenta. Lauren se pregunta distraída por el libro que estará escribiendo.

Qué agradable es este sitio, piensa Lauren, con este comedor tan encantador,

con las luces tenues y el viento soplando fuera, como si hubiese algo que

quisiera entrar.

Dana da otro sorbo al excelente vino, aparta un momento la mirada de

Matthew y la dirige alrededor del comedor. Qué sorprendente puede ser la

vida.

Está pensando en lo pequeño que es el mundo cuando, de repente, se oye un

fuerte e inquietante ruido.

Dana da un pequeño salto en su silla. Se da cuenta de que todos los demás

levantan los ojos de su comida, sorprendidos.

Bradley, que está cambiando los platos junto a la mesa del bufé, sonríe.

—No se preocupe —dice—. No es más que el sonido de la nieve que se desliza

por el tejado.

—Dios mío —responde Dana, riéndose quizá con demasiada fuerza—. ¡Ha

sonado como si alguien se hubiese caído del tejado!

—¿A que sí? —coincide Bradley.

Riley da las gracias al alcohol por poder mantener las formas. Sabe que ha

llamado un poco la atención en el vestíbulo, bebiéndose de un trago el vino y

el champán como si fuese un marinero. Pero es periodista. Sabe aguantar el

alcohol. Y en los últimos años se ha estado automedicando más de lo que

estaría dispuesta a confesar, desde que empezó a ir a zonas del mundo

horribles y peligrosas.

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