Un invitado inesperado Shari Lapena
Libro de suspenso completo
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Sorprendida, Lauren ve cómo Gwen fulmina a Riley con la mirada. Pero Riley
se ha bebido la copa de vino muy rápido y parece estar perdiendo sus
inhibiciones y, posiblemente, también la sensatez. Lauren se ha dado cuenta
de que es una borracha empedernida. De repente, siente mucha curiosidad
por saber qué va a pasar a continuación. Se pregunta qué le pasa a Riley con
Gwen. Le gustaría saberlo.
—Vete a la mierda, Riley —dice Gwen.
El corazón le palpita con fuerza. No quiere verse en ese aprieto. Gwen no
quiere compartir su pasado con nadie. No quiere soltarlo todo delante de este
grupo de desconocidos. Ni delante de David. Y, desde luego, no así.
Pero se pregunta cómo se sentiría al aliviar su carga, al confesarse ante
alguien que no sea Riley. Quizá resulte liberador, quizá entonces podría
perdonarse a sí misma. Riley dejaría de tener ese poder sobre ella. Quizá
dejaran de ser amigas.
Mira a David, le resulta imposible descifrar su atractivo rostro. Quiere
contárselo. Quiere ver cómo reacciona. Le mira y ni siquiera sabe qué tipo de
hombre es ese que tiene delante. Podría ser un hombre que mató a su esposa;
con la sangre fría suficiente como para conseguir ocultar su rastro. Henry ha
sugerido que podría haber matado a Candice. Ella no lo sabe. Desearía que no
hubiesen venido nunca a este lugar terrible y dejado de la mano de Dios,
desearía no haber conocido a David, que la tiene trastornada, ni a ninguna de
esas otras personas.
—¿Estás bien? —le pregunta David.
El hecho de que se preocupe le resulta tentador, pero debe mantener la
guardia ante él. De repente, siente que se queda fría, insensible.
—Estoy bien.
Sabe que su voz suena brusca, como si le estuviese rechazando. Quiere alejar
de sí a toda esta gente horrible, sobre todo a Matthew, que no deja de
toquetear su pistola. Pero se dice a sí misma que debe de ser muy
desconcertante perder de repente y de forma tan violenta a alguien que te
conoce mejor que nadie, alguien con quien contabas como sostén de tu vida.
Domingo, 01:10 horas
David se deja caer en su asiento, agotado, afectado por el rechazo de Gwen.
El no parar de Matthew los está inquietando a todos.
—Matthew, deja la pistola, nos estás poniendo nerviosos.
Matthew deja las manos inmóviles, pero no suelta la pistola.
—Podéis quedaros todos sentados y esperar —contesta—. Yo voy a ir a por ese
hijo de puta. —De repente, se levanta de su sillón—. ¿Dónde está la linterna?