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Un invitado inesperado Shari Lapena

Libro de suspenso completo

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imposible saber qué va a hacer, cuándo va a parar. Es imposible saber hasta

qué punto estará dispuesto a arriesgarse. Puede que Ian tenga planeado

matarlos a todos. Puede que, en algún momento, antes de que amanezca,

empiece a reírse y a masacrarlos a todos.

Puede ser, piensa Beverly, que esa estúpida de Lauren haya averiguado por

fin lo que podría llegar a pasar. Parece muerta de miedo.

Gwen quiere cerrar los ojos y dormir. Desearía estar a salvo en casa, en su

cama. Desearía que llegara la policía. Está agotada por el miedo, la pena y la

culpa. No puede dejar de pensar en Riley, ahí fuera, en medio del frío glacial.

Y es ella la responsable de haberla traído a este sitio tan horrible. Con

disimulo, mira a los demás con los ojos entrecerrados e hinchados de tanto

llorar. Se le rompe el alma al pensar en James, que acaba de perder a su hijo.

Parece como si nunca fuera a superarlo. Bueno, pues ya son dos. Trata de

sentir compasión por Matthew, pero no se fía de él. Ian parece asustado. No

tiene aspecto de ser el asesino en absoluto. Pero quizá esté fingiendo.

No debe quedarse dormida. Mueve un poco la cabeza para tratar de

mantenerse despierta.

Gwen ve que David la mira desde el otro lado, pero no sabe qué puede estar

pensando. ¿Cree que Ian es el asesino? Si Lauren estaba en la sala de estar,

no pueden estar seguros de dónde se encontraba Ian cuando mataron a

Candice. Pero el caso es que tampoco pueden estar seguros de dónde estaba

ninguno de ellos a la hora de las muertes. Ese es el problema. Todo es muy

confuso y turbio y ella está tan cansada que no puede pensar con claridad…

Se queda dormida un momento y, a continuación, se despierta sobresaltada.

Cambia de postura en un esfuerzo por seguir despierta. Esta es su segunda

noche sin dormir apenas. Desea de nuevo poder tener algo para protegerse.

Pero lo cierto es que, aun si tuviese un cuchillo, no cree que pudiera usarlo. Si

el asesino fuese a por ella, o a por cualquier otro, ¿podría clavarle un cuchillo

en el cuello? Mira a Ian, que tiene los ojos fijos en el fuego con gesto

malhumorado. ¿Podría clavarle a Ian un cuchillo en el cuello? Le mira el

cuello, la nuez, que le sobresale ligeramente. Ve cómo traga saliva a la luz de

la chimenea, inconsciente de su escrutinio, de lo que ella está pensando.

No cree que pudiera tener las agallas de hacerlo. Se estremece bajo la gruesa

manta de lana que las cubre a Lauren y a ella. Busca la mano de Lauren bajo

la manta y la agarra. Lauren responde apretando la suya.

Domingo, 04:05 horas

—Deberíamos matarle —dice Henry en medio de la oscuridad sin previo aviso

—. Antes de que él nos mate a los demás.

David siente cómo el vello de la nuca se le eriza. Es como si todos hubiesen

dejado de respirar. Inspira hondo antes de hablar con un tono de rabia bajo su

serenidad.

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