Un invitado inesperado Shari Lapena
Libro de suspenso completo
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aquí. Quiere sobrevivir a esta noche. No soporta que los haya abandonado.
A Matthew, la pérdida de Dana le ha desestabilizado por completo.
Sube rápidamente por la escalera a oscuras y llega a la tercera planta del
viejo hotel, con la débil linterna en la mano proyectando una luz tenue sobre
la moqueta de flores.
Se detiene en el pasillo. Qué frío y oscuro está aquí arriba, piensa. Hace tanto
frío como en un depósito de cadáveres. Oye un sonido debajo de él. Mira
hacia atrás, hacia la escalera negra. Apaga la linterna y, al instante, no puede
ver nada. Se queda completamente inmóvil, escuchando con atención, con la
cabeza inclinada. Entonces, oye que David dice su nombre. Suena como si
estuviese en la segunda planta, debajo de él.
Matthew no responde. David solo querrá que vuelva con los demás. Pero
Matthew no quiere formar parte de ese pequeño grupo. No quiere seguir sus
normas. Y tiene una pistola. El corazón le late con fuerza y Matthew avanza
en silencio por el pasillo de su derecha, probando sin hacer ruido los pomos
de las puertas al pasar. Tiene las manos sudorosas. Todas las puertas están
cerradas con llave, claro. Al volver por el pasillo hacia las escaleras, se asoma
a la sala de estar a oscuras. Se queda quieto un momento. Hay una luz muy
débil que proviene de las ventanas. Está algo menos oscuro que en el pasillo.
Pero lo único que puede distinguir son las formas espectrales de los muebles:
sillones y sofás, vacíos y siniestros. Entonces, oye que alguien sube por las
escaleras hacia la tercera planta. Entra rápidamente en la sala de estar y se
queda tras la pared tan inmóvil como un centinela. Aprieta la mano sobre la
pistola. Es David. Oye cómo dice su nombre en voz baja. Matthew espera
mientras David busca por este lateral de la escalera —pasa junto a la sala de
estar, se asoma, no ve nada— y, después, avanza despacio por el pasillo del
otro lado de las escaleras. Poco después, Matthew piensa que David ha
debido de bajar por la escalera de servicio.
Matthew sigue sus pasos hasta el otro extremo del pasillo. La puerta del
cuarto de la limpieza no está cerrada con llave y se abre al girar el pomo.
Entra y enciende un momento la débil luz de la linterna. La vuelve a apagar.
Continúa por el pasillo y llega hasta la escalera de atrás, empuja la puerta y
entra en el estrecho rellano. La puerta se cierra detrás de él y se queda
inmóvil, escuchando. Decide que David ya no debe de estar en las escaleras
de servicio y enciende de nuevo la linterna. Baja despacio por la escalera
hasta el rellano de la segunda planta, con todos sus sentidos en alerta.
Vuelve a apagar la linterna y abre con cuidado la puerta de la segunda planta.
Ya no oye a David llamándole. Probablemente, se haya hartado y haya vuelto
al vestíbulo. Aquí, en la segunda planta, está la habitación que compartían él
y Dana.
Se asoma al pasillo de la segunda planta y escucha. Está tan oscuro que, sin
la linterna encendida, no puede saber si hay alguien más. Camina en silencio
por el pasillo, se asoma al cuarto de la limpieza y a la sala de estar, regresa
después a la escalera de atrás y, de nuevo, vuelve a estar en la primera
planta. La escalera de servicio da al pasillo oscuro que sale de la cocina.