Un invitado inesperado Shari Lapena
Libro de suspenso completo
Libro de suspenso completo
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Sábado, 07:45 horas
Candice se queda en el comedor con los demás después del desayuno. Parece
que nadie sabe qué hacer. Todos están desconcertados, a excepción del
abogado, que sale del comedor después de desayunar con aire apagado pero
decidido. Candice se da cuenta de que la mujer de pelo moreno, cuyo nombre
ha sabido que es Gwen, le observa al salir.
Probablemente no tiene ni idea de quién es él.
A Candice le encantaría seguir al famoso David Paley escaleras arriba.
Apostaría lo que fuera a que se dirige a ver a Matthew Hutchinson y desea
más que nada en el mundo poder estar presente para oír lo que dicen.
Después, se recuerda que no debe ser tan malvada, que ese hombre acaba de
perder a la mujer con la que se iba a casar.
Eso es algo en lo que se tiene que esforzar, no dejar que su curiosidad se
imponga a la compasión. Al fin y al cabo, es por eso por lo que dejó el
periodismo y empezó a escribir libros. Al menos, los ensayos de largo formato
la han salvado de eso. Cuando escribe libros, descubre que aún puede
albergar sentimientos por aquello sobre lo que escribe, aún puede encontrar
en ella una sensación de decoro. El periodismo puede acabar contigo.
Mira a Riley, a la que anoche reconoció como una de las corresponsales de
guerra del New York Times. Ella tiene esa mirada. No la del periodista
insensible que no ha tenido más remedio que desarrollar una piel gruesa que
lo proteja. Ella está en el otro extremo. Está rota del todo, en carne viva. Se
pregunta si alguna vez Riley volverá a recomponerse. Reconoce un trastorno
de estrés postraumático nada más verlo. Ya lo ha visto antes.
Se alegra de no seguir siendo periodista. Aun así, hay un cadáver en el suelo,
a los pies de la escalera, y nadie sabe cómo ha llegado hasta allí. Sabe
interpretar bien las reacciones de la gente y no es estúpida. Parece que el
abogado sospecha que ha sido algo más que un accidente. Está tentada de
escabullirse arriba y ponerse a escuchar tras la puerta de Matthew. Pero se
controla.
—No podemos salir con este panorama —dice Henry con tristeza,
interrumpiendo sus pensamientos. Está mirando el hielo de fuera con el ceño
fruncido.
Las ventanas del comedor dan al bosque por el lateral este del hotel. Todo
está cubierto de un hielo reluciente. Es precioso, como si el mundo tuviese
por encima una capa de diamantes. Unos largos y afilados carámbanos
cuelgan de los aleros por delante de las ventanas. Parecen bastante