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Un invitado inesperado Shari Lapena

Libro de suspenso completo

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27

El corazón de David le golpea el pecho con tanta fuerza y la respiración se le

ha convertido en carraspeos tan cortos y fuertes que no puede oír nada aparte

de su propio temor. Va tanteando la pared del pasillo de la primera planta con

la mano derecha en dirección a la puerta de la leñera. Cuando llega a ella,

respira hondo y la abre. Se maldice de nuevo por no tener ninguna luz.

—¿Matthew? —dice—. ¿Estás ahí? —Le responde un silencio absoluto. Y no

puede ver nada.

Riley corre a toda velocidad hacia el interior de la fría oscuridad. El miedo

espantoso se ha adueñado de ella y la va guiando. Corre y se resbala, cae y

vuelve a levantarse, buscando de manera instintiva un lugar donde

esconderse, algún sitio bajo el que poder agacharse sin ser vista. Necesita

ponerse a cubierto. Nota que el bosque está delante de ella y se dirige hacia

él. En algún lugar de lo más profundo de su mente, sabe que tiene que

esconderse y no hacer ningún ruido. Llega al borde del bosque y se oculta

bajo un matorral. Se queda agazapada en el suelo y se hace un ovillo. Aprieta

los ojos con fuerza y empieza a mecerse adelante y atrás, con las manos sobre

los oídos, tratando de abstraerse de todo.

Gwen nunca ha tenido tanto miedo en su vida.

Siente cierto consuelo al saber que los demás han salido con ella, aunque no

pueda verlos. Es como si estuviese sola en un hueco oscuro. No soporta

pensar en David, en qué pueden haber sido esos disparos. ¿Habrá muerto

alguien más? Se pregunta si pronto no quedará nadie. Quiere vivir, pero, si

tiene que morir, espera no ser la última. No cree que pudiera soportarlo. Está

indefensa. Piensa en el pequeño y afilado abrecartas que vio en el escritorio

de su habitación. Ojalá lo tuviese ahora.

Sigue avanzando más allá de la explanada hacia el camino, cada paso un

peligro en el hielo.

—¡Riley! —grita—. ¿Dónde estás?

Da unos pasos más por el camino y se detiene. No ve ni oye nada por delante

de ella. ¡Ojalá tuviera una linterna! De repente, escucha un fuerte aullido.

Coyotes, piensa. O lobos. Se para en seco, abrumada por el terror. ¿Cómo ha

llegado a esto?

De repente, se da cuenta de que no oye a los demás.

—¿Bradley? —grita con desesperación. Pero Bradley no responde. Nadie

responde. Quizá no la puedan oír por encima de las fuertes rachas de viento.

A Gwen se le acelera el corazón a un ritmo frenético. Apenas puede respirar.

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