Un invitado inesperado Shari Lapena
Libro de suspenso completo
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se ha retrasado. Por ahora, va a seguir ella al cargo. Ve trabajar a los técnicos
con premura y eficacia. Sabe bien que, por muy cuidadosa que una persona
sea, es muy difícil hoy en día escapar sin dejar un rastro de lo que ha hecho.
Sigue a los técnicos por el hotel mientras colocan con cuidado sus pequeñas
marcas y toman fotografías de cada detalle. Se mantiene cerca de ellos
mientras estudian los cadáveres, uno tras otro, y murmuran entre sí mientras
realizan su trabajo. Aún van a tardar en retirar los cadáveres, aunque están
trabajando lo más rápido que pueden.
Ahora está fuera, viendo cómo escrutan la zona de la nieve donde Bradley
murió. Han colocado unos focos luminosos a última hora de la tarde. El efecto
es casi cegador.
—Parece que recibió un golpe en la nuca —dice uno de los técnicos—. El
golpe fue lo suficientemente fuerte y pesado como para matarle.
Ahora, uno de los otros técnicos le hace una señal para que se acerque.
—Mire esto —dice.
Ella mira con atención mientras él se agacha y le señala algo que hay en la
nieve. Pero ella no distingue nada. Se ajusta un poco las gafas para tener el
efecto completo de sus trifocales.
—No veo nada —dice.
El técnico vuelve a agacharse y, sirviéndose de unas pinzas, saca algo
diminuto de debajo de la nieve y lo levanta hacia ella. Es un pequeño
pendiente de diamante. No le extraña que no lo haya podido ver.
—¿Me está diciendo que esto estaba debajo del cadáver? —pregunta.
El técnico asiente.
—Estaba congelado dentro de la nieve, así que no puede llevar aquí mucho
tiempo. Solo desde la nevada del viernes por la noche. Y es un pendiente
perforado en la oreja. Debe poder sacarse de él alguna buena muestra de
ADN.
—Así que es una mujer —dice Sorensen, incapaz de ocultar su sorpresa.
—Eso parece.
—Buen trabajo.
Tras volver a entrar, Sorensen le pide a Ian Beeton que vaya con ella al
comedor para responder a algunas preguntas más. No le mira cuando se lo
pide. Ve cómo los demás se remueven con expectación.
Ian, pálido e inquieto, entra en el comedor dando tumbos.