Un invitado inesperado Shari Lapena
Libro de suspenso completo
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Todos le miran, como si fuese algún tipo de canario que va a comprobar la
calidad del aire en la mina.
Henry se da la vuelta, abre la puerta de la calle. Siente el aire frío en la cara
mientras la mirada de todos se clava en su espalda. Sale al porche y cierra la
puerta. Es entonces cuando nota el viento, lo fuerte y ruidoso que es. Desde el
interior del hotel suena como un rugido constante y amortiguado con algún
aullido ocasional, algo lejano, pero aquí afuera cobra vida, es un monstruo y
está mucho más cerca. Mira hacia el bosque que está en el borde de la
explanada y ve que el viento azota las copas de los árboles y las mueve de un
lado a otro. Y el ruido es como un lamento. Lo peor son los crujidos y el
sonido cortante cuando el viento lleva su fuerza contra las ramas cargadas de
hielo del árbol que tiene delante. Cierra un momento los ojos para escuchar.
Imagina que es así como podría sonar un viejo velero de madera en el mar, en
medio de una tormenta. Después, los abre y los eleva hacia el árbol a la vez
que se pregunta si se caerá alguna rama más.
Se ha quedado inmóvil un rato y sabe que todos le están mirando. Se agarra a
la barandilla del porche y baja la mirada. Hay una gruesa capa de hielo sobre
los escalones de madera y pisa con cuidado, sujetándose con fuerza a la
barandilla. Está muy resbaladizo, pero consigue llegar al último de los tres
escalones sin ningún problema y se queda allí. Empieza a preguntarse qué
está haciendo ahí afuera. Comienza a caminar; a caminar no, eso es
imposible, más bien a deslizar los pies por el hielo, tratando de mantener el
equilibrio. Es como ir detrás de Teddy por la pista de hielo de hockey cuando
era pequeño y la pista se inundaba, solo que aquella pista era plana y aquí
hay pendientes de hielo por todas partes.
De improviso, los pies de Henry se deslizan hacia adelante con un movimiento
espectacular y él aterriza con fuerza sobre su espalda, sin aire, a menos de
seis metros del porche delantero. Se queda allí tumbado mientras trata de
recuperar el aliento, resollando con fuerza, con los ojos levantados hacia las
nubes y sintiéndose estúpido. Oye que la puerta se abre detrás de él. Será su
mujer, que viene a decirle que vuelva dentro.
Pero antes de que ella pueda decirle nada, se oye un aterrador crujido por
encima de su cabeza. Se gira hacia el árbol. El corazón se le acelera al darse
cuenta de lo que va a pasar. Cierra los ojos cuando una parte de una rama cae
y aterriza con una sacudida a muy pocos metros de él. Despacio, vuelve a
abrir los ojos.
Esa rama podría haberle matado.
Incapaz de volver a ponerse de pie, Henry se arrastra y se desliza a cuatro
patas hacia el porche delantero y, a continuación, se incorpora en los
escalones de la entrada sujetándose a la barandilla.
La puerta está abierta de par en par y todos le miran, alarmados.
Prácticamente, le empujan al interior del hotel.
—Si quieres tener algo que hacer, puedes ir a ayudar a Bradley a limpiar el