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Un invitado inesperado Shari Lapena

Libro de suspenso completo

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—Está en la biblioteca —responde Bradley desde detrás de la barra—. Ha

pedido que no se la moleste.

—Pues creo que va a lamentar perderse la casa de hielo —insiste Gwen—. Es

impresionante.

Bradley sonríe.

—Tiene razón. Voy a ir corriendo a ver si la convenzo para que venga —dice

mientras sale de la barra.

—Tranquilízate —dice David con un suave tono de amonestación. Ella le

sonríe nerviosa y le da un sorbo a su vodka. Él baja la voz—: Creo que

deberíamos buscar un momento y un sitio para hablar. Solo los dos.

Ella asiente. Está claro que no pueden hacerlo ahora, en ese espacio tan

reducido y con tanta gente alrededor. Con Riley acechando. Pero deben

hablar pronto. Ella lo desea tanto como lo teme.

Bradley vuelve a salir al viento tempestuoso y se dirige hacia la leñera, con la

cabeza agachada y el cuello de la chaqueta subido. La agradable sonrisa

desaparece. Siempre hay demasiadas cosas que hacer cuando se es dueño de

un hotel, piensa con cansancio. Nunca termina. Estar todo el día corriendo,

mostrarse amable con la gente. Este grupo es bastante agradable. Pero no

quiere trabajar en este hotel para siempre. Servir copas y comidas, ordenar lo

que la gente va dejando tirado, estar a su entera disposición. Su padre quiere

que algún día tome el control del hotel, pero él no pretende quedarse

encerrado aquí, en las montañas, lejos de todo. Por mucho que a Bradley le

encante este lugar —y por mucho que quiera a su padre—, está ansioso por

marcharse. No va a quedarse atrapado aquí, sirviendo a personas con más

dinero que él, con la libertad de ir adonde deseen. Y, al contrario que su

padre, a él no le gusta cocinar.

Pero, siempre que piensa en marcharse, aparece una sensación de culpa. No

puede dejar a su padre aquí solo. Sabe que su padre está preocupado.

Siempre está preocupado. Si vendiera el hotel y se jubilara, Bradley quedaría

libre.

Cuando mira en la biblioteca, Candice no está. Echa un rápido vistazo por la

primera planta, pero no la encuentra. Debe de estar echándose una siesta en

su habitación, pero no le apetece subir corriendo dos tramos de escaleras

para ir a buscarla. Por un momento, se olvida de Candice. Tiene grandes

planes. Va a conseguir dinero y…

Oye que su padre le llama desde la cocina.

—Bradley, ¿eres tú?

Bradley se asoma a la cocina.

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