Un invitado inesperado Shari Lapena
Libro de suspenso completo
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dicho que había llegado a casa antes de lo que había declarado— aquello no
había sido suficiente. Le soltaron. Y, por lo que ella recuerda, el caso sigue sin
resolver.
Riley observa la cara de David mientras él está de pie junto a la chimenea y se
pregunta si esa es la cara de un asesino. Piensa en él en la cama con Gwen,
sus manos sobre ella. Se le imagina dando puñetazos en el rostro de Gwen
una y otra vez…
A Riley se le acelera la respiración. Debe dejar de pensar en eso. Debe
controlar sus pensamientos. Ojalá pudieran salir de ahí.
Por fin, aparecen James y Bradley e invitan a todos a pasar al comedor. Han
dispuesto una enorme bandeja de sándwiches y más café.
Gwen se descubre deseando beber algo fuerte, aunque solo sea la hora del
almuerzo. Oye que Lauren habla con Bradley:
—Candice me ha pedido que te diga que quiere que le lleves el almuerzo a la
biblioteca, si puede ser. Ah, y té caliente.
—Sí, ya me lo había imaginado —responde Bradley antes de acercarse a la
bandeja y escoger unos cuantos sándwiches con unas tenacillas de plata y
disponerlos en una bandeja más pequeña. Sale en dirección a la biblioteca.
Aun con el cadáver yaciendo a los pies de la escalera en la sala de al lado, a
solo unos metros de distancia, los sándwiches desaparecen rápidamente de la
bandeja.
Gwen ve con desagrado cómo comen los demás. Quiere marcharse. No quiere
pasar otra noche aquí, en este hotel, en lo que va a ser una oscuridad casi
completa y claustrofóbica sin calefacción.
Mira de reojo a David. No se puede creer que sea verdad lo que le ha contado
Riley de él esta mañana. No puede ser. No puede haber matado a su mujer.
No puede ser un asesino. La idea le parece absurda. Riley ha debido de
equivocarse.
Cuando todos han terminado de comer, salen juntos al vestíbulo, al calor de la
chimenea.
—No sé a los demás, pero a mí me vendría bien una copa —dice Gwen.
Ian está encantado de que alguien más haya mencionado el alcohol para así
no tener que hacerlo él. Le ha sorprendido que sea la guapa y pálida Gwen la
que lo ha sugerido, en lugar de su bebedora amiga que parece haberse
escapado de un centro de rehabilitación.
—Sí, puedo ir a por el carrito de las bebidas —se ofrece Ian mirando a Lauren,
como si le estuviese pidiendo permiso. Bradley no está y James ha vuelto a la
cocina—. Creo que a todos nos vendría bien, teniendo en cuenta las