Un invitado inesperado Shari Lapena
Libro de suspenso completo
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pálido. De repente, lamenta su arrebato.
—Lo siento…
Pero Matthew no le hace caso, coge la lámpara de aceite de la mesita y se
acerca al cuerpo de Dana. Levanta la lámpara por encima de ella mientras la
mira, buscando la rata. Es una visión macabra, pero Beverly se da cuenta de
que no puede apartar la mirada.
—No veo ninguna rata —dice Matthew con hosquedad—. Ninguna. Debe de
habérsela imaginado.
Ian se levanta y va a su lado.
—Aun así, deberíamos llevarla a otra parte —dice con tono cordial. Se gira y
vuelve a mirar a David.
David pasea la vista por la habitación, como si calibrara los estados de ánimo
de todos. Por fin, asiente, como si supiera que le superan en número. Saca el
móvil del bolsillo, retira la sábana y hace algunas fotografías. Entonces, deja
escapar un sonido de frustración.
—Mi móvil ha muerto del todo. —Levanta la vista hacia los demás—. Muy
bien. ¿Dónde la ponemos?
—¿En la leñera? —propone Bradley, vacilante.
—¡No! —responde Matthew—. Puede que… las ratas entren ahí.
A Beverly se le revuelve el estómago al pensar en las ratas mordisqueando a
Dana.
—¿Y la casa de hielo? —sugiere James—. Ahí hace frío. Y está completamente
sellada. Nada podrá… molestarla.
Por fin, Matthew traga saliva y asiente. Beverly siente por él la mayor de las
compasiones. Ve cómo David coloca la sábana en el suelo junto al cadáver.
Después, agarra a Dana de los pies y Matthew la coge de los hombros y,
torpemente, la colocan sobre la sábana. La cabeza le cae, de repente, a un
lado. La envuelven bien con la sábana para que sea más fácil transportarla.
Bradley, Matthew y David se ponen los abrigos y las botas y emprenden el
triste e incómodo trayecto con el cadáver hacia la casa de hielo.
Cuando desaparecen de su vista, Beverly rompe a llorar.