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Un invitado inesperado Shari Lapena

Libro de suspenso completo

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Sábado, 06:33 horas

Gwen vuelve con Riley a su habitación como si estuviesen en trance. Es como

si le costara asumirlo. Dana está muerta, así, sin más. Puede que se haya

caído por esas escaleras y haya muerto mientras ella estaba anoche en la

habitación de David. Es posible que ya estuviese tirada en el fondo de las

escaleras de la primera planta cuando salió de la habitación de él en la

segunda y subió a la tercera, a su habitación. Se da cuenta de lo fugaz y

valiosa que es la vida. Nunca se sabe cuándo te la pueden arrebatar,

simplemente cuando menos te lo esperas. Dana lo tenía todo en la vida,

piensa Gwen. Es espantoso. Eso hace que sea consciente de que debe tratar

de disfrutar de cada momento. Vivir la vida intensamente. No se le ha dado

muy bien. Puede que haya llegado el momento de intentarlo. Puede que ya

sea hora de soltar lastre, dejar atrás la culpa e intentar vivir su vida, piensa.

Puede que anoche supusiera un nuevo comienzo para ella. Siente en su

interior una creciente oleada de calidez y felicidad al pensar en David que no

puede evitar, aunque Dana esté muerta.

Desea ir con él ahora. Pero resultaría de lo más inapropiado. Se habían

dedicado una mirada cariñosa el uno al otro, pero eso había sido todo. Tenían

tiempo. Volverían a estar juntos.

A Riley no le va a gustar que ella haya estado anoche con David. Gwen lo

sabe, pero Riley es su amiga, no su guardiana. Riley debería alegrarse de que

ella haya conocido a alguien. Gwen se alegró por Riley cuando conoció a

alguien y rara vez ha conocido Gwen a alguien especial. Lamenta que haya

tenido que ocurrir cuando se supone que debían pasar juntas este fin de

semana, pero hay que aprovechar las cosas buenas cuando aparecen. No son

muy habituales. El terrible accidente de Dana le ha llegado a lo más hondo y

Riley debería entenderlo. No es que lo hubiese planeado así.

Llegan a la habitación y Riley cierra la puerta cuando entran. Gwen la mira

con cautela, esperando a que diga algo. Como no dice nada, Gwen coge

alguna ropa de su bolsa de viaje. Le gustaría darse una ducha, pero no parece

que sea lo más apropiado. El agua debe de estar congelada.

—Tengo que decirte una cosa —habla por fin Riley, con tono serio, mientras

se pasa un jersey por la cabeza y se coloca el pelo largo por encima de los

hombros.

«Llegó el momento», piensa Gwen.

—Ese abogado, David Paley.

—¿Qué pasa con él? —A Gwen le sale la voz con un tono más cortante de lo

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