Un invitado inesperado Shari Lapena
Libro de suspenso completo
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Se gira, mira hacia el hotel, el lugar donde oyó a los demás por última vez.
—¿Bradley? ¿Lauren? —vuelve a gritar con más fuerza, con la voz impregnada
de pánico. Pero no responde nadie. No puede pensar. Está completamente
sola.
Gwen deja de moverse. No sabe dónde están los demás, si hay un asesino aquí
cerca. Siente en el pecho un dolor aplastante.
Cree oír un sonido como de algo que cae con fuerza, pero no sabe de dónde
procede. Con la oscuridad como un pozo vacío y el viento arremolinándose a
su alrededor, todo parece distorsionado. No se fía de sus sentidos. Por un
momento, no hace nada. No se mueve, no sabe durante cuánto rato. Ha
perdido la noción del tiempo. Puede que un minuto, puede que diez. Tiene
tanto miedo, tanto frío, que cree que no se puede mover. Tiene que esperar a
que el dolor de sus costillas remita.
Empieza a regresar a ciegas al hotel, agachada, con los brazos extendidos,
buscando a Bradley o a James, a Lauren o a Ian, cualquiera que le pueda
hacer sentir menos sola. Menos aterrada. Aunque, al hacerlo, es consciente
de que está abandonando a Riley a su suerte. Riley, su amiga, que está
asustada, vulnerable y fuera de sí. Riley, que la necesita.
Pero no le importa. Ahora mismo, no puede pensar en nadie más que en sí
misma. Se detiene un momento en medio de la oscuridad, temblando con
fuerza, y escucha con atención, convencida de que el asesino está cerca, de
que ha matado a todos los demás sin hacer ruido. Y entonces echa a correr de
vuelta al hotel y de forma temeraria entre el hielo, resbalándose y llorando,
aterrorizada ante la idea de que ella va a ser la siguiente. Se dirige al hotel,
que aparece imponente entre la oscuridad, desesperada por estar de vuelta
en el vestíbulo, a la luz de la chimenea.
Solos en el vestíbulo, Henry y su mujer están sentados congelados de frío, en
silencio y asustados. Él ve cómo ella tiene la mirada fija en el fuego, que está
empezando a apagarse. Tiene que echarle otro leño.
En algún lugar, David busca a Matthew, que está armado y posiblemente sea
un asesino. Riley y Gwen han salido. Entiende por qué James y Bradley han
pensado que tenían que salir tras las dos mujeres, pero, después de que se
fueran, no entiende por qué Ian y Lauren han tenido que salir también detrás
de los demás. Está rabioso con ellos porque han elegido a Riley y a Gwen
antes que a él y a Beverly. Ahora, se las tienen que arreglar solos. ¿Y si el
asesino viene a por ellos?
Observa a su mujer con atención. Ya no siente por ella ni una pizca de cariño.
Quiere a sus hijos, eso no ha cambiado. Pero hay algo en ella…, hay algo en
ella que le repugna. Piensa en sus muslos fofos y blancos, las venas que le
recorren las piernas formando pequeños mapas. Los pechos le cuelgan
demasiado. Esa continua expresión en su rostro de estar harta. Como si la
vida solo tuviera que ser sufrimiento.
Pero es más que eso. Es la forma en que ella le ve a él. Un padre de familia