Un invitado inesperado Shari Lapena
Libro de suspenso completo
Libro de suspenso completo
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
—¿De verdad? Puede que no sea la que está matando a la gente, pero no me
sorprendería que supiera algo. ¡Mírala!
Ahora todos observan fijamente a Riley. Nota cómo se va alterando. Intenta
no perder el control.
—Tiene razón —dice Matthew fulminándola con la mirada—. Has estado muy
nerviosa desde que llegamos aquí. Todos nos hemos dado cuenta. Yo creía
que te pasaba algo. Y también…, también Dana.
—Quizá deberíamos todos dar un paso atrás —sugiere Ian con tono calmado.
—¡Yo no tengo ni idea de qué está pasando aquí! —protesta Riley.
—Cuéntalo —exclama Gwen a su lado con voz enérgica y furiosa—. Cuéntales
lo que has sufrido. ¡Cuéntaselo tú o lo hago yo!
Riley lanza a Gwen una mirada de agradecimiento. Suelta un fuerte suspiro y
empieza a hablar despacio.
—Soy periodista. —Vacila durante un momento demasiado largo. Da otro
trago a su café. Más Kahlúa que café a estas alturas.
—¿Sí? ¿Y qué? —pregunta Henry con tono provocador.
Riley, al sentirse arrinconada, le mira. Hasta ahora no se había formado
ninguna idea sobre Henry, pero, de repente, le desprecia. Mira a su alrededor
en la habitación. Los desprecia a todos, salvo a Gwen. Ella es la única amiga
que tiene aquí.
—Estuve destinada en Afganistán. En Kabul, sobre todo. Pasé allí casi tres
años. Vi cosas terribles. —La voz le empieza a temblar—. Vi morir a muchos
civiles…, niños, bebés… Miembros arrancados por las bombas, tirados en la
calle. Demasiada crueldad… —Hace una pausa. No puede decir nada más. Su
voz se ha reducido a un susurro y nota cómo Gwen le pasa el brazo por el
hombro. Se concentra en la presión del brazo de Gwen rodeándola,
apoyándola—. Después, me tomaron como rehén.
—¿Qué? —pregunta Gwen a su lado, claramente sorprendida—. Eso nunca me
lo habías contado.
Riley baja la mirada a su regazo.
—Hubo que mantenerlo en secreto. Estuve prisionera seis días hasta que
negociaron mi liberación. Cada día me ponían una pistola en la cabeza y
fingían que iban a dispararme. Escogían a alguien al azar y le disparaban allí
mismo. —Ahora todo el cuerpo le tiembla y se siente avergonzada, aunque
sabe que no debería sentirse así—. Yo creía que podría soportarlo. Eran
historias importantes y había que contarlas. Así que me quedé allí todo el
tiempo que pude. Intentas aguantarlo hasta que te rompes. —Hace una
pequeña pausa—. Pero después de eso… —titubea y su voz se vuelve un