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Un invitado inesperado Shari Lapena

Libro de suspenso completo

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8

Sábado, 05:45 horas

La mañana llega despacio. Durante la noche, la nevada, tan serena, se ha

convertido en aguanieve y lo ha cubierto todo con un hielo frágil, haciendo

que el paisaje sea aún más peligroso para moverse por él. Parece como si

todo estuviese a punto de quebrarse. En el interior del hotel, hay un

perceptible frío en el ambiente.

Lauren se levanta temprano, congelada, incluso a pesar del calor de Ian

apretado contra ella. Se le ha quedado el cuello rígido. Sale de la cama,

temblando, y va corriendo a vestirse con ropa abrigada mientras se pregunta

por qué hace tantísimo frío. Se pone unos vaqueros, una camiseta, un jersey

grueso y unos calcetines cálidos. No cerraron las cortinas antes de acostarse

y ahora mira por la ventana de la fachada hacia el paisaje que tiene debajo.

Aunque aún está bastante oscuro, puede ver que las ramas del enorme árbol

del patio delantero están dobladas por el peso del hielo. Ve por dónde se ha

roto una de ellas. Hay una gran hendidura clara por donde se ha desgajado

del tronco. La pesada rama yace rota por tres partes sobre el suelo.

Entra en silencio en el baño y deja la puerta abierta. No quiere encender la

luz para no despertar a Ian. Hace un frío terrible. Se cepilla rápidamente el

pelo. Su reloj con luz dice que van a dar las seis. Se pregunta a qué hora se

levanta el personal para empezar la jornada.

Vuelve a mirar a Ian, que ronca en la cama asomando solamente la cabeza por

encima de las mantas. No se va a despertar hasta dentro de un rato. Ella abre

la puerta con cuidado. No hay luz en el pasillo. Las luces de los apliques de

las paredes están apagadas. Sale y recorre el pasillo de la tercera planta

hasta la escalera principal con sus gruesos calcetines. No quiere despertar a

nadie. Gira hacia la escalera y baja al vestíbulo mientras se pregunta hasta

cuándo no podrá tomar una taza de café.

Sábado, 06:03 horas

Riley se despierta de repente, se incorpora bruscamente en la cama con los

ojos abiertos de par en par. Cree haber oído un grito, fuerte y agudo. El

corazón le late con fuerza y puede notar la habitual adrenalina que le recorre

el cuerpo. Mira rápidamente por la tenuemente iluminada habitación de hotel

y recuerda dónde está. Se gira hacia la cama que tiene a su lado apartando

las mantas y, de forma inmediata, la invade el frío. Gwen también está

despierta y alerta.

—¿Qué pasa? —pregunta Gwen—. Creo que he oído algo.

—No sé. Yo también lo he oído.

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