Un invitado inesperado Shari Lapena
Libro de suspenso completo
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móvil de su marido para mirarlo. Le ha visto usarlo en infinidad de ocasiones.
Y siempre hace lo mismo con el dedo índice: dos movimientos rápidos hacia
abajo y uno en horizontal. Tras pensar, intenta con lo más obvio, una H
mayúscula, de Henry. Pero no funciona. Se concentra pensando en la última
vez que le ha visto usar el teléfono y se da cuenta de que ha debido de
cambiar la contraseña. No lo habría hecho a menos que tuviese algo que
esconder. Se queda mirando al teléfono, frustrada. Prueba distintas
combinaciones de números, pero no consigue nada. Entonces, prueba a
dibujar una T mayúscula, de Teddy, el hijo preferido de Henry, y el teléfono se
enciende. Por un momento, se pone eufórica. Piensa en lo tonto que puede ser
su marido y en lo mucho que la subestima.
Repasa rápidamente sus correos electrónicos, pero no ve nada más que
mensajes del trabajo, largos y aburridos. Si ha escondido ahí a una amante,
no la va a encontrar nunca. Después, mira los mensajes de texto. Empieza por
los primeros de la lista, ignorando los nombres de las personas que ella
conoce, pero, entonces, ve un nombre de mujer que no reconoce. Pulsa sobre
él y se abre el mensaje. Hay una fotografía de ella. El corazón de Beverly casi
se detiene. Empieza por abajo, por el mensaje más reciente, y va subiendo.
No sé. Tengo que irme fuera el fin de semana con la pesada.
¿Cuándo te vuelvo a ver?
La pesada. Así es como la llama ante su novia. Una oleada de dolor la invade
por dentro. Sabe que es pesada con él y los niños. Y lo es porque no le hacen
caso. Si hicieran lo que deben a la primera, no tendría por qué ser pesada.
Pero la palabra «pesada» le trae a la mente una vaca gorda, vieja y fea.
Contiene las lágrimas y continúa leyendo.
¡Te echo muchísimo de menos!
¿Me echas de menos?
Con el mensaje hay una fotografía de ella, con el pecho al aire y una sonrisa
descarada. Beverly se queda mirando la foto, profundamente conmocionada.
Es joven y guapa. Una destrozahogares. No sabe nada de la vida.
No puede imaginarse qué ve esta chica en su marido. Si va detrás de su
dinero, se va a llevar una decepción. No le va a quedar nada cuando termine
con él, piensa Beverly, furiosa. Y, entonces, se detiene y respira hondo.
No va a divorciarse de él. Seguramente, esto no sea más que un capricho
temporal, una canita al aire fruto de la crisis de la mediana edad. Él ha
cometido un error. Un error al que los dos pueden sobrevivir. No quiere
perderle. Le necesita.
Revisa rápidamente el resto de los mensajes hasta el principio, ansiosa por
saber cuánto tiempo lleva ocurriendo esto. Solo un mes, más o menos. La
conoció en un bar.