Un invitado inesperado Shari Lapena
Libro de suspenso completo
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Arriba, hace más frío. La enorme chimenea del vestíbulo lo convierte sin duda
en el lugar más acogedor, siempre que se logre ignorar la presencia del
cadáver. Pero parece que la mayoría de los huéspedes han vuelto a sus
habitaciones, asustados.
Candice encuentra que su habitación está demasiado fría, demasiado lúgubre
y demasiado oscura para su gusto. Vuelve a bajar con su ordenador portátil y
descubre la biblioteca. Busca a Bradley, le encuentra recogiendo en el
comedor y le pide que le encienda la chimenea. Bradley parece un poco
preocupado y agobiado. Candice piensa que debe de resultar complicado
hacer que un hotel funcione con poco personal durante un apagón.
—Me ha parecido oír que ibas a limpiar el camino de la casa de hielo —dice
ella mientras van hacia la biblioteca.
Él la mira y sonríe brevemente.
—Sí, pero ahora me está ayudando Henry con eso. Es difícil, pero está
teniendo suerte con la máquina quitanieves.
Ella sigue a Bradley al interior de la biblioteca. Desearía quejarse por la
terrible situación en la que la ha dejado el apagón, pero no quiere agobiarle
más. Y es consciente de lo insignificante que eso puede resultar cuando hay
una joven muerta y la posibilidad de que haya más gente en peligro ahí afuera
con esta tormenta.
Aun así, no cabe duda de que ese apagón le está causando unas enormes
molestias. Había venido aquí para trabajar y no podrá hacerlo si el ordenador
no funciona. Solo le quedan unas horas de batería, como mucho. Puede que
tenga que conformarse con escribir con un bolígrafo envuelta en una manta.
No es lo que se había imaginado. Piensa en su madre, atrapada en su cama, y
se pregunta si sus hermanas se estarán ocupando bien de ella.
Se sienta en un cómodo sillón junto al crepitar de la chimenea, se deshace en
agradecimientos a Bradley y le pide que le lleve una taza de té caliente
cuando pueda. Después, abre el ordenador. Pero pasa un rato antes de que
consiga dejar de pensar en Dana y se ponga a trabajar.
Sábado, 09:15 horas
Gwen se había encontrado el desayuno servido en el comedor y no había
podido evitar compararlo con la placentera experiencia que se le había
prometido en el folleto del Mitchell’s Inn. Una vergüenza. Solo había
conseguido comerse la mitad de una magdalena, sin saborearla.
David no se había acercado a ella, aunque Riley había estado a su lado,
rezumando un poderoso instinto protector. O puede que fuera porque él había
estado distraído por lo que le había pasado a Dana. Gwen sabía que estaba
preocupado por Matthew. La verdad es que le importaba muy poco lo que
pensara Riley, pero no le gustaba la idea de que, si ella trataba de acercarse a
David, Riley la agarrara del brazo y provocara una escena. Riley era