Un invitado inesperado Shari Lapena
Libro de suspenso completo
Libro de suspenso completo
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5
Candice White está sentada en el escritorio antiguo que se encuentra delante
de la ventana de su habitación y mira hacia el paisaje invernal, agradecida
por haber llegado pronto, antes de la nevada. Ha podido aprovechar para
tener una buena jornada de trabajo.
Salió en coche desde Nueva York a primera hora de la mañana, desesperada
por escapar. Últimamente, es un manojo de nervios y resentimiento. No es
que tenga una familia que la necesite, un marido desaliñado y unos niños
adorables con manos pegajosas. Rectifica. Si hubiese tenido hijos,
probablemente ya serían adolescentes y puede que no tan adorables. A veces,
hace estas cosas. Se imagina cómo habrían sido sus hijos, a diferentes
edades, en distintas circunstancias, si los hubiese tenido. Si hubiese sido
afortunada en el amor. Pero no. No ha sido afortunada en el amor. No ha
disfrutado del final feliz. En lugar de ello, como la única sin casar de tres hijas
—y la única que es lesbiana—, le ha tocado tener que ocuparse de su madre
viuda y anciana porque sus hermanas algo egoístas están demasiado
ocupadas con sus propias y absorbentes familias que las adoran.
Candice siente que ha sido doblemente engañada. Se le ha negado la felicidad
que sus hermanas parecen dar por sentado y ha tenido que acarrear con la
ingrata, agotadora y deprimente obligación de cuidar de una persona mayor.
No es que no quiera a su madre. Pero resulta muy… difícil. Y muy triste. La
dependencia, las vergonzosas necesidades corporales, el hecho de que su
madre no sepa siquiera quién es la mitad de las veces. Mina por completo su
creatividad y hace que le resulte complicado trabajar. Por eso es tan
importante haberse tomado estos días fuera para terminar su libro.
Sus hermanas solo ayudan cuando ella sale de la ciudad por trabajo, algo que
últimamente no ha sucedido con frecuencia. Se han despreocupado,
dependiendo de ella en todo momento, con cada vez menos visitas a su
madre. Sus propias familias son más importantes y «Candice no tiene familia.
Candice puede encargarse». Se descubre pronunciando esas palabras, en
silencio y con sarcasmo, sin pensar, con una expresión de fastidio en la cara.
En fin. Si este libro resulta tan bueno como cree que va a ser —tan bueno
como su agente dice que es— tendrán que cambiar de idea. La dinámica de la
familia tendrá que variar. Dirige la vista desde la oscuridad que se arremolina
fuera de la ventana hacia la pantalla de su portátil.
Se ha despistado. Debería escribir otra página antes de bajar a cenar. Mira el
reloj y se da cuenta de que se ha perdido la hora del cóctel. Para una
escritora, es triste perderse la hora del cóctel. Vuelve a mirar la pantalla de
su ordenador portátil que tiene delante, arrepentida por ese último párrafo.
Tendrá que desaparecer. Lo selecciona y le da a borrar.