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Un invitado inesperado Shari Lapena

Libro de suspenso completo

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17

Sábado, 16:00 horas

Los huéspedes empiezan de nuevo a bajar al vestíbulo sobre las cuatro,

ansiosos por merendar. Continúan haciendo todo lo posible por no reparar en

el cadáver que hay al pie de las escaleras y pasar rápidamente por su lado de

camino al comedor. Matthew sigue sin aparecer. James ha preparado scones

para acompañar el té y el café y todos están de acuerdo en que están

deliciosos.

Gwen da un sorbo a su té hirviendo, agradecida por el calor de la taza entre

sus manos, y se pregunta si alguna vez hablará con David.

—Propongo que vayamos todos a ver la casa de hielo —dice Henry—. El

camino ya está abierto y he echado antes un vistazo. Es digna de ver.

—Gracias a su duro trabajo con la máquina quitanieves —contesta Bradley.

Gwen va con el resto a coger las chaquetas y botas que están en la parte

delantera del hotel y, a continuación, todos siguen a Bradley por el pasillo de

atrás en dirección a la leñera —que desprende un maravilloso olor a madera

recién cortada—, donde se ponen su equipamiento para salir. Bradley abre la

puerta y entran unas fuertes y desagradables ráfagas de viento. Bradley y

Henry salen primero y, después, Ian y Lauren. David sale a continuación y

Beverly pasa delante de Gwen y sigue a David.

Gwen va la última, detrás de Riley, y cierra la puerta de la leñera al salir. El

cielo tiene un aspecto plomizo y el viento sopla con fuerza. Gwen no puede

ver mucho por delante de ella, solo la espalda de Riley, mientras caminan con

dificultad en fila india por el sendero, con bancos de nieve a cada lado. Pero

levanta los ojos al bosque que hay más allá, donde el viento sacude los

árboles. Riley le dice algo mirando hacia atrás, pero ella no distingue las

palabras antes de que el viento las haga desaparecer. La punta de la nariz ya

se le ha congelado. Al menos, no hay árboles grandes que vayan a caerse

entre la leñera y la casa de hielo. Por fin, se detienen y el sendero se abre a

una zona despejada delante de la casa de hielo y la puede ver.

Parece un iglú o una cabaña Quonset hecha de nieve. Sin embargo, la fachada

está construida con grandes bloques de hielo cortados y unidos. Han fijado de

alguna forma un par de puertas de madera al hielo. Gwen lo observa con

interés.

—Las puertas son lo único que no está hecho de hielo ni nieve —explica

Bradley expulsando vaho por la boca—. Hay que reconstruirla cada invierno y,

después, se derrite.

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