Un invitado inesperado Shari Lapena
Libro de suspenso completo
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ahora. No tiene sentido evitarlo. Quizá sea para bien.
—Tengo que comentarte una cosa —empieza a decir Beverly mientras agarra
el sillón que hay enfrente de él y lo acerca un poco.
Su marido la mira con especial dureza.
—¿Has cogido mi teléfono?
Ella baja durante un momento la mirada a su regazo para reunir el valor y,
después, vuelve a levantarla.
—Sí.
—Lo sabía —responde él con frialdad.
—Quería averiguar si me has sido infiel. —Hace una pequeña pausa y,
después, continúa—. He conseguido adivinar tu contraseña. —Mira a Henry,
que parece sorprendido—. Apuesto a que no pensabas que podría hacerlo,
¿verdad? —Intenta sonreír, aunque no lo consigue, desconcertada por la
expresión del rostro de él. Pero tiene que seguir adelante. Tiene que acabar
con esto. Puede que Henry vea lo ridícula que es su aventura. También quiere
hacerle un poco de daño, aunque solo sea para demostrarle lo terriblemente
dolida que se siente—. He visto los mensajes entre tú y tu… novia. —Como ve
que él no responde, no puede evitar que se le note el enfado—: ¡Ha sido de lo
más instructivo! He visto fotos de ella. Incluso sé cómo es desnuda. —Dice
esto en voz baja, con la mirada fija en su marido, mientras él sigue sentado
inmóvil—. Es bastante más joven que tú, ¿no? —Intenta controlar su asco—.
No me puedo creer cómo os referís a mí los dos tortolitos. —La rabia se ha
abierto paso en su voz, aunque ella ha tratado con todas sus fuerzas de
mantenerla bajo control—. La pesada. Me llamáis la pesada. —Intenta ver el
interior de sus ojos, pero él desvía la mirada. Qué cobarde—. ¿Cómo crees
que me siento al saber que los dos os acostáis a mis espaldas y me llamáis la
pesada? «Tengo que irme fuera el fin de semana con la pesada». —Él sigue
sin mirarla.
—¿Tenemos que hablar de esto aquí? —le pregunta entonces Henry con voz
tensa—. ¿No puedes esperar a que lleguemos a casa?
—Pues la verdad es que sí. Tenemos que hablarlo aquí. ¿Por qué esperar?
¿Por qué fingir? Me siento bien al sacarme esto del pecho. —Se está dejando
llevar—. ¿Sabes cómo te llamo yo? Te llamo el inmaduro. Porque eres un
hombre adulto que se enfrenta a la tristeza de la edad, la mortalidad y la
decepción igual que los demás, pero tú estás teniendo la reacción infantil y
egoísta que tantos hombres de mediana edad muestran y eso resulta… triste.
Triste e innecesario. —Se detiene un momento para ordenar sus
pensamientos—. No la amas, Henry. No es más que una fase. —Deja que esa
idea cobre peso. Al menos, espera que sea así—. Crees que puedes salir
corriendo con esa joven y que todo va a ser de fábula. Te vas a mudar a su
apartamento, quizá te compres un descapotable. ¡Se acabó lo de tener que ir
en monovolumen para llevar a los niños al fútbol tres tardes a la semana!
Verás a tus hijos los fines de semana, cuando te apetezca, y no cumplirás con