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Malanga la novela

Novela costarricense posmoderna, fragmentaria sobre una república imaginaria que dice ser un paraíso, pero tiene los conflictos ordinarios de toda sociedad del siglo XXI: doble moral, facilismo, droga, violencia, autoestima y, acaso, el narcoestado. Es una novela pastiche que procura hablar sobre el ser contemporáneo. Su correlato habla de un mundillo literario plagado de oportunistas y tramposos y reflexiona sobre la escritura. La novela está escrita en clave de humor negro.

Novela costarricense posmoderna, fragmentaria sobre una república imaginaria que dice ser un paraíso, pero tiene los conflictos ordinarios de toda sociedad del siglo XXI: doble moral, facilismo, droga, violencia, autoestima y, acaso, el narcoestado. Es una novela pastiche que procura hablar sobre el ser contemporáneo. Su correlato habla de un mundillo literario plagado de oportunistas y tramposos y reflexiona sobre la escritura. La novela está escrita en clave de humor negro.

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La huelga nacional estalla justo en los días esperados

por Clotilde Serra para presentar la oferta de papel

fraudulento. Es por todo y por nada: no hay aumentos

salariales hace rato, hay inflación, las escuelas carecen de

pupitres —algunas no tienen ni siquiera techos en buen

estado— los medicamentos están por las nubes y acaban

de reestructurar —mejor dicho, suspender— el derecho

de huelga. La pluralidad de los nuevos legisladores no es

mella para que se pongan de acuerdo, ante las órdenes del

empresariado.

En consecuencia, Clo siente una zozobra en alza sobre

su bienestar futuro, pues si se cae o demora la

contratación, su plan de liquidez se jode. Ya a estas

alturas ha pactado con un prestamista por seis millones,

lo que le ha permitido ponerse al día con el banco y pagar

los honorarios y otros reveses y quedar como amigos con

esos malditos ladrones.

Ahora, aparte del estrés que provoca el sistema, la vida

de ella es bastante regular.

Lo que habla con Saavedra meses atrás, con dos cafés

y en su cubículo, el narrador no lo sabe y no es vieja de

patio para especular nada. Sin embargo, los compañeros

rumoran que Toño es prestamista; coloca plata de sus

viejos a un interés mediano y, supuestamente, todo el

edificio le tiene una prenda, una hipoteca, un pagaré.

Nada que no sea producto de las imaginaciones enfermas

de la gente que trabaja entre cuatro paredes y ve poco el

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