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Malanga la novela

Novela costarricense posmoderna, fragmentaria sobre una república imaginaria que dice ser un paraíso, pero tiene los conflictos ordinarios de toda sociedad del siglo XXI: doble moral, facilismo, droga, violencia, autoestima y, acaso, el narcoestado. Es una novela pastiche que procura hablar sobre el ser contemporáneo. Su correlato habla de un mundillo literario plagado de oportunistas y tramposos y reflexiona sobre la escritura. La novela está escrita en clave de humor negro.

Novela costarricense posmoderna, fragmentaria sobre una república imaginaria que dice ser un paraíso, pero tiene los conflictos ordinarios de toda sociedad del siglo XXI: doble moral, facilismo, droga, violencia, autoestima y, acaso, el narcoestado. Es una novela pastiche que procura hablar sobre el ser contemporáneo. Su correlato habla de un mundillo literario plagado de oportunistas y tramposos y reflexiona sobre la escritura. La novela está escrita en clave de humor negro.

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Los seis muchachos (a la mierda, el lenguaje inclusivo)

están sentados a la entrada, en reunión de tesina. Van por

la tercera birra y, dos de ellos tienen ya problemas de

pulso para sostener la botella. Han estado escribiendo en

una hoja algunas palabras y diagonales y flechas.

Vanessa —la llamo así porque no se me ocurre hacer

entrevistas a cada personaje secundario— comenta que

nadie conoce el libro, sobre el cual basarán la tesis.

Simplemente, no se consigue.

El guardaespaldas del bar les sugiere que se cambien de

mesa pues viene full aguacero y se los llevará el diablo.

Enseguida aceptan. Toman una mesa más espaciosa,

aunque arrinconada. Pronto se arrepienten, por el olor a

orinal que les llega, pero ya es tarde: el hombre de

seguridad ha dejado los modales en la basura y, con una

mirada dura, los convence de permanecer.

Guevara sí aguanta. Es que toma guaro y cerveza,

mientras piropea a la bartender. Esta noche está todo

relajado, pues hay poca gente en la barra. Y la señora

permite que le digan, por una propina, piropos etílicos.

Los jóvenes lo ven, pero no le tienen suficiente

confianza para saludarle. Ellos están un poquito más

alegres y hasta han llenado con corazoncitos, gatos y

emoticones la hoja donde pretenden hacer el

organigrama.

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