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Malanga la novela

Novela costarricense posmoderna, fragmentaria sobre una república imaginaria que dice ser un paraíso, pero tiene los conflictos ordinarios de toda sociedad del siglo XXI: doble moral, facilismo, droga, violencia, autoestima y, acaso, el narcoestado. Es una novela pastiche que procura hablar sobre el ser contemporáneo. Su correlato habla de un mundillo literario plagado de oportunistas y tramposos y reflexiona sobre la escritura. La novela está escrita en clave de humor negro.

Novela costarricense posmoderna, fragmentaria sobre una república imaginaria que dice ser un paraíso, pero tiene los conflictos ordinarios de toda sociedad del siglo XXI: doble moral, facilismo, droga, violencia, autoestima y, acaso, el narcoestado. Es una novela pastiche que procura hablar sobre el ser contemporáneo. Su correlato habla de un mundillo literario plagado de oportunistas y tramposos y reflexiona sobre la escritura. La novela está escrita en clave de humor negro.

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En el presente, Luis —Luis Guevara Pino— no ha

cambiado bastante su rutina de vestimenta. Como ahora

es toda una vasija, elige guayaberas. Ha dejado el

bombín y conserva el chaleco cuando da clases. Usa

mocasines que le inflaman los tobillos, pues el pie plano

no marcha bien con el sobrepeso. Y ya casi alcanza los

cincuenta años, así que es un cóctel de males: guaro,

medicinas, sobrepeso.

Peor, es una bomba de tiempo.

Ha publicado siete libros y, en algunas revistas,

artículos de su oficio, no tanto por gusto como por

obligación: la universidad lo pide. De ahí que la

irregularidad de su producción sea lo promedio de la

comunidad universitaria. Todo sea por conservar el

trabajo y la mejora en la puntuación académica. Tiene

dos borradores pendientes y pocas ganas de darles fin,

porque allí empieza la revisión y eso, sin dos o tres

botellas, es imposible.

Es sordo del oído izquierdo. Y bastante facho. Quiso ser

economista o empresario de élite. La nota de admisión a

carrera no alcanzó para ello. Así llega de rebote a Letras,

sin dejar de leer cuanto pasquín reaccionario apareciese

en las tiendas de viejo. Y como nadie compra esas

porquerías —que para él eran joyitas, los huevones de

Viena y los republicanos del Norte— acumula casi cuatro

mil adefesios de toda laya.

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