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Malanga la novela

Novela costarricense posmoderna, fragmentaria sobre una república imaginaria que dice ser un paraíso, pero tiene los conflictos ordinarios de toda sociedad del siglo XXI: doble moral, facilismo, droga, violencia, autoestima y, acaso, el narcoestado. Es una novela pastiche que procura hablar sobre el ser contemporáneo. Su correlato habla de un mundillo literario plagado de oportunistas y tramposos y reflexiona sobre la escritura. La novela está escrita en clave de humor negro.

Novela costarricense posmoderna, fragmentaria sobre una república imaginaria que dice ser un paraíso, pero tiene los conflictos ordinarios de toda sociedad del siglo XXI: doble moral, facilismo, droga, violencia, autoestima y, acaso, el narcoestado. Es una novela pastiche que procura hablar sobre el ser contemporáneo. Su correlato habla de un mundillo literario plagado de oportunistas y tramposos y reflexiona sobre la escritura. La novela está escrita en clave de humor negro.

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Todo porque en la cocina la miel siempre sobra.

Nosotros parecemos adictos, la bebemos sola para

proteger la garganta de una tos necia, casi hereditaria.

La semana pasada, encontramos un cuchillo en el

jardín. Bastante herrumbrado y con el mango postizo.

Algo grande y curvo, estaba enterrado en el tronco del

palo de mango, junto al muro. Lo retiramos con guantes

y lo depositamos en una bolsa plástica, inspirados por

cosas del oficio.

Trufa no suele ir al patio de día, pues mira tele, absorta.

Sobre todo, la chanchita naif de las caricaturas y su torpe

familia.

En el ropero del abuelo, guardamos el cuchillo. Ahí

reposan también los dos revólveres que han estado toda

la vida en la casa, junto a papeles, montones de papeles,

amarrados con ligas. El abuelo era así: guardaba

evidencia de todos sus gastos y no botaba un documento.

Por eso, también hay cajas con papeles en uno de los

cuartos sin luz y en la bodega negra, bajo la grada, bajo

llave.

Las hemos dejado en el fondo, envueltas en bolsas

plásticas.

También hay piedras volcánicas, encerradas en este

viejo mobiliario. Cuando Trufa era cachorro, revolcaba

el jardín a gusto y arrancaba las flores. Mis sobrinos,

cuando venían de visita los fines de semana, tomaban las

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