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Malanga la novela

Novela costarricense posmoderna, fragmentaria sobre una república imaginaria que dice ser un paraíso, pero tiene los conflictos ordinarios de toda sociedad del siglo XXI: doble moral, facilismo, droga, violencia, autoestima y, acaso, el narcoestado. Es una novela pastiche que procura hablar sobre el ser contemporáneo. Su correlato habla de un mundillo literario plagado de oportunistas y tramposos y reflexiona sobre la escritura. La novela está escrita en clave de humor negro.

Novela costarricense posmoderna, fragmentaria sobre una república imaginaria que dice ser un paraíso, pero tiene los conflictos ordinarios de toda sociedad del siglo XXI: doble moral, facilismo, droga, violencia, autoestima y, acaso, el narcoestado. Es una novela pastiche que procura hablar sobre el ser contemporáneo. Su correlato habla de un mundillo literario plagado de oportunistas y tramposos y reflexiona sobre la escritura. La novela está escrita en clave de humor negro.

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Vamos por octubre. Llevamos oficialmente nueve

meses de desapariciones cotidianas y los

embotellamientos siguen igual. Gómez Miranda, el

director, nos comenta en el café, que sospecha de una

organización narco que estaría entrándole a todo, todo.

Nosotros que no tenemos idea, asentimos. Es el rol de

todo subordinado: conceder y callar. O aplaudir.

El último extravío es de sesenta contenedores que,

supuestamente, llegaron a puerto y venían a la ciudad.

Todos fueron descargados del mismo barco y los reportes

de aduana lo señalan. Venían en caravana, no había vías

cerradas, todos traían sistema de posicionamiento global

y nunca llegaron. De repente, se apagaron los reportes,

los parpadeos del panel y nadie contestó las radios.

Según parece, eran coches eléctricos, de última

generación. De los que se alimentan chupando calor de la

carpeta asfáltica.

La idea me parece sacada de una revista de la Editorial

Novaro, en los años setenta. Fantomas se distribuía en

tres tamaños. Hubo un número sobre un coche de

carreras, muy potente, pero que se alimentaba de la

sangre del piloto: succionaba en la planta del pie hasta

conseguir la muerte de su huésped. Yo no digo que el

paralelismo sea exacto, pero el chofer se come la placa

asfáltica sin pagar combustible y las calles se

estropearán, sin duda. Claro, el importador va a echar la

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