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Malanga la novela

Novela costarricense posmoderna, fragmentaria sobre una república imaginaria que dice ser un paraíso, pero tiene los conflictos ordinarios de toda sociedad del siglo XXI: doble moral, facilismo, droga, violencia, autoestima y, acaso, el narcoestado. Es una novela pastiche que procura hablar sobre el ser contemporáneo. Su correlato habla de un mundillo literario plagado de oportunistas y tramposos y reflexiona sobre la escritura. La novela está escrita en clave de humor negro.

Novela costarricense posmoderna, fragmentaria sobre una república imaginaria que dice ser un paraíso, pero tiene los conflictos ordinarios de toda sociedad del siglo XXI: doble moral, facilismo, droga, violencia, autoestima y, acaso, el narcoestado. Es una novela pastiche que procura hablar sobre el ser contemporáneo. Su correlato habla de un mundillo literario plagado de oportunistas y tramposos y reflexiona sobre la escritura. La novela está escrita en clave de humor negro.

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combatir la plaga. Los

antipiréticos subieron de

precio, en cosa de una

semana, dado el

intempestivo desabasto.

Las fumigadoras aprovecharon

para hacer

platita y, cuando se les

acabaron los insumos,

buscaron soluciones

para seguir prestando el

servicio. Inventaron

desde trampas pegajosas

para retener el avance,

las cuales se instalaban

por metro, hasta supuestos

detectores láser

de bajo precio. El

problema, como siempre,

es que, para ser

competitivos, los

empresarios fueron recatados

con la inversión,

y las trampas pegajosas

no eran otra cosa que

una cinta impregnada de

gelatina, linaza y engrudo.

Cuando el compuesto

iba añejándose, el

olor que se desataba memoraba

el perfume de

las alcantarillas. En el

caso del láser, en lugar

de sensor, había un mecanismo

a pilas que hacía

funcionar los aparatos

aleatoriamente y la

gente iba acumulando

pequeñas quemaduras,

generalmente a la altura

de los tobillos. Dos o tres

años después, se puso de

moda en oncología la

consulta por esas lesiones,

que devinieron malignas.

A la par, los agujeros en

las medias dispararon la

demanda de calcetines

de toda ralea. Un capital

judío, que desde veinte

años atrás trabajaba modestamente

en confección

de camisetas, supo

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