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Malanga la novela

Novela costarricense posmoderna, fragmentaria sobre una república imaginaria que dice ser un paraíso, pero tiene los conflictos ordinarios de toda sociedad del siglo XXI: doble moral, facilismo, droga, violencia, autoestima y, acaso, el narcoestado. Es una novela pastiche que procura hablar sobre el ser contemporáneo. Su correlato habla de un mundillo literario plagado de oportunistas y tramposos y reflexiona sobre la escritura. La novela está escrita en clave de humor negro.

Novela costarricense posmoderna, fragmentaria sobre una república imaginaria que dice ser un paraíso, pero tiene los conflictos ordinarios de toda sociedad del siglo XXI: doble moral, facilismo, droga, violencia, autoestima y, acaso, el narcoestado. Es una novela pastiche que procura hablar sobre el ser contemporáneo. Su correlato habla de un mundillo literario plagado de oportunistas y tramposos y reflexiona sobre la escritura. La novela está escrita en clave de humor negro.

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en la infraestructura como en los códigos que forman el

poder. El dinero sale de manantiales, de las piedras, de

todo. Favor, eso no lo anote. Son percepciones.

Don Pablo se llama el señor, pero desconozco los

apellidos. Me da dinero por firmar documentos. Yo he

visto hacer eso a mucha gente. Si un par de personas

quieren hacer una constitución, traen familiares del

abogado que se prestan a firmar, para rellenar la junta

directiva. Creo que pasa mucho y no veo nada malo.

Acordamos, ahí mismo, firmar eso y un documento

aparte, donde yo cedo los poderes a gente de nombre

impronunciable: porque no los recuerdo y, dado lo visto,

porque me resulta peligroso.

Entiendo que un par de ellos tienen relaciones en la

política. Alguno fue ministro o diputado y otra señora

está casada con un diplomático del oficialismo. (¿Cómo

saber que lo que yo diga no sale de acá, que puedo

encontrar paz con mi anonimato en las calles o si eso me

marca como diana?).

—Necesitamos nombres, lugares, fechas. ¿Recuerda

usted cuándo fue eso?

— Perdone, pero eso solamente ocurre en la tele. Nadie

lleva calendario de lo cotidiano. No sé —y nunca supe—

la ropa que usé la víspera, no la recuerdo. El tiempo pasa

y los datos se borran. Tal vez hubiese retenido el apellido

del tipo que me pagó, durante los primeros días. Pasa que

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