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Módulo 2. Leitura Base. Texto 4

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a que intenta hacer una y la misma cosa de lo correcto y lo justo; de modo que<br />

la conduzca a identificarse con un enunciado como el siguiente. «En la “ley”,<br />

suprema encarnación de las normas generales, abstractas y permanentes, a cuya<br />

mera ejecución tiene que reducirse el dominio, está contenida una racionalidad<br />

en la que lo justo converge con lo justificado».60 Por ello, «la ley, veritas en<br />

oposición a mera auctoritas, y la norma general y justa, en oposición a la orden<br />

concreta y meramente afectiva, que (...) contiene siempre como imperativo un<br />

factor individual intransferible, son consideradas como algo intelectual».61 La<br />

racionalidad, por tanto, conduce a la ley y, como «la opinión pública ha de coincidir<br />

con la “naturaleza de la cosa” (...), pueden las “leyes” —a las que la opinión<br />

pública quiere ahora disponer para el ámbito de lo social—, junto a los criterios<br />

formales de generalidad y abstracción, exigir también para sí el criterio material<br />

de racionalidad». 62<br />

B. La publicidad como garantía de la racionalidad de la opinión pública<br />

Desde esta perspectiva, la publicidad es garantía de la racionalidad. Así como<br />

los arcana de Bacon sirvieron al mantenimiento de una dominación basada en la<br />

voluntas; la publicidad habrá de servir a la imposición de una legislación basada<br />

en la ratio. La exigencia de esta presencia de racionalidad enfrentada a la práctica<br />

secreta de la autoridad soberana se desarrolló históricamente en conexión con<br />

el razonamiento público de las personas privadas. Cuando Kant rehabilitó la razón<br />

como principio, motor y método de la acción humana dos siglos después de Hobbes,<br />

bajo la forma de ley de la razón práctica, en un momento en que hasta la<br />

legislación política estaba sometida éticamente a su control, «ya se habían constituido<br />

en público los ciudadanos privados y estaba ya impuesta la esfera de su<br />

raciocinio (a saber, la publicidad) en las funciones políticas mediadoras entre<br />

Estado y sociedad». 63<br />

Con la expresión auctoritas non veritas facit legem, Hobbes quiso sancionar<br />

el poder absoluto del soberano en unas ciertas coordenadas de la historia; porque<br />

el establecimiento de la paz, es decir, el final de la guerra civil religiosa en Inglaterra,<br />

sólo podía conseguirse apoyando el gobierno absoluto (lo que además, a su<br />

juicio, implicaba la monarquía absoluta en el orden práctico) 64 y neutralizando el<br />

tinguir entre uno y otro concepto. La oración completa dice: «Tandis que l’opinion publique est le produit<br />

d’une élaboration, la volonté populaire est le résultat d’une addition».<br />

60 HABERMAS, ob. cit., p. 90.<br />

61 SCHMITT, Sobre el parlamentarismo, cit., pp. 57 s.<br />

62 HABERMAS, ob. cit., pp. 91 y 140. En el curso del siglo XVIII, la opinión pública exigirá la competencia<br />

legislativa para unas normas que sólo a ella deben el contenido polémico‐racionalista y, a la postre, la legislación<br />

misma se deberá a “la voluntad popular procedente de la razón”; porque «las leyes tienen su origen<br />

empírico en la “coincidencia pública” del público raciocinante».<br />

63 Ídem, pp. 137 y 263.<br />

64 Cf. SABINE, ob. cit., p. 353.<br />

Iuris Tantum No. 24 2013<br />

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