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Delumeau-Jean-El-Cristianismo-Del-Futuro

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No comprendo -escribía ella-la política que permite que dos<br />

se sirvan de su superioridad para oprimir a un inocente y el<br />

tercero pueda y deba, a título de pura precaución para el futuro<br />

y de conveniencia para el presente, imitar y cometer la misma<br />

injusticia.<br />

Pero acaba cediendo y el 25 de julio de 1772 el tratado de reparto<br />

se firma en San Petersburgo «en nombre de la Santísima<br />

Trinidad (...) por miedo a la descomposición total del Estado<br />

polaco».<br />

Otro ejemplo de expediente penoso para una civilización<br />

que se decía cristiana: la actitud ante los indios de América y,<br />

más aún, la trata de negros. Ciertamente, fue honra de Las Casas<br />

y los dominicos de Salamanca (Cayetano, Vitoria) asumir la defensa<br />

de los indios y declarar que «ningún rey, ni emperador, ni<br />

la Iglesia romana tienen derecho a hacer la guerra a los paganos».<br />

Pablo III en la bula Sublimis Deus de 1537 tuvo el coraje de<br />

escribir:<br />

Declaramos que los indios, como todos los demás pueblos (...)<br />

no han de verse frustrados en nada de sus libertades ni de sus<br />

I \ bienes (aunque se encuentren fuera de la religión de Jesucristo)<br />

y que pueden y deben disfrutar de ellos libre y legítimamente 14.<br />

De hecho, los colonos españoles desobedecieron las consignas<br />

pontificias y las Nuevas Leyes, muy humanas, que Carlos V<br />

promulgó en 1542. Además, la Europa occidental, católica y protestante,<br />

se entregó conscientemente a la trata de negros aunque<br />

Urbano VIII, asumiendo en 1639 el texto de Pablo III, prohibió,<br />

teóricamente, la esclavitud bajo cualquier forma.<br />

La Europa cristiana no inventó la trata de negros. Antes el Islam<br />

ya la había practicado a gran escala por las mismas razones<br />

que los cristianos más tarde: la necesidad de hombres para las muchas<br />

y muy pesadas tareas. La trata negrera musulmana ha conti-<br />

•<br />

34 Trad. en L. HANKE, C%msatlOn et conscience chrétzenne, París, 1957, p. 102.

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