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Delumeau-Jean-El-Cristianismo-Del-Futuro

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tributo de la clarificación doctrinal. La afirmación de la fe tuvo<br />

como negativo la incomprensión del prójimo. Y las barreras demasiado<br />

rígidas que se levantaron alrededor de las verdades de<br />

la fe arrojaron a las tinieblas exteriores a una cultura nueva, dominantemente<br />

científica, que, con Galileo, Descartes o Richard<br />

Simon, no tenía en su origen ninguna reserva frente al cristianismo.<br />

Por tanto, se dio un alejamiento de la cultura rural que no<br />

fue compensado con un acercamiento a la ciencia naciente.<br />

La Reforma católica también reforzó el clericalismo. Nunca<br />

la acción de los sacerdotes sobre las conciencias fue tan intensa,<br />

tan apremiante como cuando la Iglesia romana, renovada y conquistadora,<br />

emprendió a brazo partido la evangelización de las<br />

masas. Podemos hablar de abuso de poder. La Iglesia trató de<br />

crear en los fieles una dependencia espiritual total del sacerdocio<br />

a través de la inagotable insistencia en el pecado mortal, la amenaza<br />

del infierno repetidamente esgrimida o la valoración del sacerdote<br />

como único dispensador del perdón en el tribunal de la<br />

penitencia. De tal modo que sacudirse la tutela del sacerdote se<br />

convirtió en una actitud de hostilidad hacia la fe. Todavía en<br />

nuestros días el lenguaje popular confunde con frecuencia «anticlerical»<br />

y «anticristiano».<br />

Hubo además un vigoroso intento de moralización colectiva.<br />

La Reforma católica sin duda abusó de la culpabilización,<br />

de haber definido el pecado mortal con un rigor inhumano, de<br />

haber suscitado en las almas más delicadas o en las más frágiles<br />

la obsesión enfermiza del escrúpulo. <strong>El</strong> anatema arrojado<br />

sobre el mundo, el miedo a la sexualidad, la convicción de que<br />

los mejores son los que más se mortifican e imitan al Salvador<br />

crucificado... y la enorme cantidad de faltas cotidianas de la<br />

humanidad dieron a veces al catolicismo de los siglos XVI-XIX<br />

un rostro rigorista, dolorido y desencarnado que invitaba a la<br />

deserción.<br />

Después de habernos enseñado a respetar la cultura del<br />

otro, lamentamos la técnica evangelizadora de los misioneros de<br />

antaño, su juicio sumario sobre el satanismo de las civilizaciones

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