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Delumeau-Jean-El-Cristianismo-Del-Futuro

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Que el príncipe vuelva a ser, pues, lo que nunca debió dejar<br />

de ser bajo el régimen de la Nueva Alianza: autoridad civil. ¿Un<br />

timonel cristiano guía mejor un navío que un piloto pagano? Para<br />

Locke y los deístas del siglo XVIII, estas ideas, durante mucho<br />

tiempo combatidas por todas las ortodoxias, triunfaron en 1776<br />

en la constitución de los Estados Unidos. Pero en el siglo XVI Esteban<br />

Bathory, príncipe de Transilvania primero y después rey de<br />

Polonia, aunque piadoso católico, se negó a perseguir a los antitrinitarios<br />

en sus estados. Porque, decía, se sentía «rey de pueblos,<br />

no de conciencias». Segismundo II y Segismundo III, a finales<br />

del siglo XVI y comienzos del XVII, también fueron soberanos<br />

polacos animados por el espíritu de tolerancia.<br />

Así, al mensaje constante desde la Edad Media de que «la<br />

Iglesia ha de ser pobre, sin poder temporal», se sumó a partir del<br />

siglo XVI el de «una verdadera Iglesia de Cristo debe ser libre<br />

respecto al Estado». Asociados ambos mensajes a proposiciones<br />

heréticas o, desde 1520, a un adogmatismo que parecía peligroso,<br />

estas ideas fueron rechazadas y hasta combatidas. No digamos<br />

que no sonaron en los oídos de los responsables, simplemente les<br />

debió parecer imposible ponerlas en práctica y fueron relegadas<br />

al depósito de las utopías.<br />

¿Por qué este rechazo? Porque los ministros del cristianismo<br />

pusieron su confianza no en el Espíritu Santo sino en los medios<br />

humanos, en el poder material, en la fuerza coercitiva del<br />

Estado, entrando en contradicción con la Buena Nueva que proclamaban.<br />

La descristianización actual es, en buena medida, el precio<br />

que se está pagando por aceptar una aberración que ha durado<br />

mil quinientos años. Es el castigo a un prolongado pecado colectivo<br />

que desgraciadamente ha acompañado a la evangelización<br />

en espacio y tiempo. La mayoría de los católicos y los protestantes<br />

son conscientes del bochornoso error cometido a lo largo de<br />

los siglos.<br />

Pero, para que se reemprenda un diálogo con los defensores<br />

del cristianismo auténtico, es necesario algo más que un examen

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