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DOLENTIUM HOMINUM - Conferencia Episcopal de Guatemala

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100Personaje extraordinario, levantador<strong>de</strong> los afligidos, peroal mismo tiempo colonialista,una especie <strong>de</strong> Bismark, insolente,<strong>de</strong>spreciativo, en Lambarené.Me recuerdo que cuandopor la mañana nos traían el <strong>de</strong>sayuno,todos los servidoresestaban fajados, tenían manchasbajo las bendas: eran leprosos.Yo ya lo sabía, había hechootras experiencias, no me impresionaban.Pero había un periodista inglés<strong>de</strong>l Sunday Times, queestaba terrorizado: la papayala pelaban con las manos.(Se dice que la enfermeda<strong>de</strong>stá en incubación durantecinco años, yo ya los he superado).Durante la noche tocaba elpiano. Si no me equivoco, elseñor Schweitzer obtuvo elpremio Nobel en 1952.Follereau, en su infinita einfantil bondad, se quedó impresionado.Con todo el respeto paraSchweitzer, yo prefiero al santoanonimato <strong>de</strong> Follereau.En cambio, la que amaba aFollereau, era la Madre Teresa.Ambos habían visto y experimentadocomo era, como esaún hoy implacable, el siniestromatrimonio entre la lepra yel hambre.Atención, el 2 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong>1963, en Turín, Follereau tuvouna conferencia en el teatroCarignano. Entre otros dijo:“En Calcuta, los <strong>de</strong>sventuradosagonizan por la calle y haycentenares <strong>de</strong> centenares, nome digan que esto es repugnante.La primera vez que fui estabaterrorizado – es siempreFollereau que habla – ante lai<strong>de</strong>a <strong>de</strong> pasar por encima <strong>de</strong>estos agonizantes y <strong>de</strong> estoscadáveres. Pero luego, y estoes lo peor, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> quincedías hacía como todos los <strong>de</strong>más”.También a mí, al humil<strong>de</strong>cronista que les habla, haacontecido lo mismo en Benares.Caminar sobre alfombras<strong>de</strong> leprosos, que en vez <strong>de</strong> lanariz tienen una mandarinamalograda.Así, pues, esto suce<strong>de</strong> enCalcuta, continuaba en su famosodiscurso que conmovióa todo Turín, ¡una ciudad fríacomo Turín! ¡Se necesitaba!En Calcuta, la policía tienela tarea <strong>de</strong> recoger a los agonizantesque mueren por las callesy llevarlos a los hospitales,uno <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> otro.Si los hospitales los rechazan– y los rechazan siempreporque están repletos, la policíatiene la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> volverlosa llevar adon<strong>de</strong> los encontrarony allí mueren en la veredao en el arroyo.En 1965, cuando visité a laMadre Teresa, la situación eraidéntica y creo que aún hoy siguesiendo la misma.Sin embargo – habla siempreFollereau – Sor Teresa hadicho: No, yo no puedo dormirsin pesadillas, no puedocomer con gusto sabiendo quecada noche, ante mi puerta, enmi calle, nuestros infeliceshermanos en Dios, agonizan.Entonces, Madre Teresa, narraFollereau, va a visitar algran sacerdote <strong>de</strong> Kalí, quiense queda asombrado ante lacaridad iluminada <strong>de</strong> esta misioneray le regala mitad <strong>de</strong> sutemplo para que realice lo queella llama un hospital para losmoribundos, es <strong>de</strong>cir una <strong>de</strong>centecámara ardiente para losvivos.Vosotros sabéis que la MadreTeresa a menudo ha sidocontestada en varias se<strong>de</strong>sporque se dice: ¿pero ésta quéhace, asiste a la gente quemuere?Pues bien, ¿les parece nada?Des<strong>de</strong> esa fecha, cada noche,Sor Teresa, ayudada porjóvenes hindúes, recorre lascalles <strong>de</strong> Calcuta, recoge a losagonizantes y los lleva a ese<strong>de</strong>pósito don<strong>de</strong> mueren ya nocomo perros, sino como hombres.Y aquí, quisiera añadir a laspalabras <strong>de</strong> Follereau, que lohermoso <strong>de</strong> la Madre Teresaes que lava al moribundo, lehace caricias y sus hermanitastambién, los asisten, los ayudana cada uno según su religióna pasar <strong>de</strong> esta vida.Es <strong>de</strong>cir, no buscaba prevaricar.Esto, me dicen personajesmuy autorizados, chocó, conmovióal Santo Padre cuandofue a visitar a la Madre Teresa.Y la Madre Teresa lo tomó<strong>de</strong> la mano y juntos hicieroneste servicio. Es <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong>jarque el Hijo <strong>de</strong> Dios muriesecon las palabras rituales <strong>de</strong> sureligión, en la convicción <strong>de</strong>que Dios es Uno, Unico, Solo,Clemente y Misericordioso.Ahora, un episodio – narrasiempre Follereau – que <strong>de</strong>seoleerles porque es realmente terriblepero les da la dimensión,si no estaríamos haciendo purocuento, es necesario que tomemosconciencia <strong>de</strong> que nosomos como tantos <strong>de</strong> estosseñores junto a los enfermos,sacrificando día a día, <strong>de</strong>bemostomar conciencia y quizásavergonzarnos, no digo <strong>de</strong>nuestro modo <strong>de</strong> ser sino <strong>de</strong>nuestra superficialidad, <strong>de</strong>nuestro olvido.Pues bien – dice Follereau –me encontraba en Calcutacuando Sor Teresa me llamapor teléfono para <strong>de</strong>cirme queen Kaliga, en un “hospital paramoribundos”, una joven leprosaestaba por morir. Fui paraallá, dice Follereau.Se trataba <strong>de</strong> una mujer queel estado civil <strong>de</strong>cía que tenía22 años.Era más o menos <strong>de</strong> mi estatura,era una mujer normal yhabía tenido dos hijos.Yo la ví, dice Follereau, impotente,que salía <strong>de</strong> su atrozexistencia con temblores convulsivos.Cuando murió, tuve el violentoimpulso <strong>de</strong> pesarla.Sor Teresa y yo tomamosentre los brazos este pequeñocuerpo y los llevamos a la balanza.Esa mujer <strong>de</strong> 22 años, diceFollereau, esa mujer alta comoyo, pesaba 20 Kg.Me di cuenta, narra Follere-

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