Mensaje <strong>de</strong>l Santo Padre para la“Jornada Mundial <strong>de</strong>l Enfermo”Sydney, 11 <strong>de</strong> febrero 200141. La comunidad cristiana, enriquecida por la gracia <strong>de</strong>l Gran Jubileo y por la contemplación<strong>de</strong>l misterio <strong>de</strong>l Verbo encarnado, en el que el dolor humano encuentra“su supremo y más seguro punto <strong>de</strong> referencia” (Salvifici doloris, 31), se dispone avivir, el 11 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 2001, la IX Jornada mundial <strong>de</strong>l enfermo. La catedral <strong>de</strong>Sydney, en Australia, es el lugar <strong>de</strong>signado para celebrar este acontecimiento tan significativo.La elección <strong>de</strong>l continente australiano, con su riqueza cultural y étnica,pone <strong>de</strong> relieve el estrecho vínculo <strong>de</strong> la comunión eclesial, que supera las distancias,favoreciendo el encuentro entre i<strong>de</strong>ntida<strong>de</strong>s culturales diversas, fecundadas por elúnico anuncio liberador <strong>de</strong> la salvación.La catedral <strong>de</strong> Sydney está <strong>de</strong>dicada a la Virgen María, Madre <strong>de</strong> la Iglesia. Estosubraya la dimensión mariana <strong>de</strong> la Jornada mundial <strong>de</strong>l enfermo, que ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacenueve años se celebra en el día <strong>de</strong> la memoria <strong>de</strong> la Virgen <strong>de</strong> Lour<strong>de</strong>s. María, comoMadre amorosa, hará sentir, una vez más, su protección no sólo con respecto a losenfermos <strong>de</strong>l continente australiano, sino también a los enfermos <strong>de</strong> todo el mundo,así como a todos los que ponen a su servicio su competencia profesional y, a menudo,toda la vida.A<strong>de</strong>más, como en el pasado, la Jornada será una ocasión <strong>de</strong> oración y apoyo paralas innumerables instituciones que se <strong>de</strong>dican al cuidado <strong>de</strong> los que sufren. Será motivo<strong>de</strong> aliento para muchos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos creyentes, queen nombre <strong>de</strong> la Iglesia tratan <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r a las expectativas <strong>de</strong> las personas enfermas,privilegiando a los más débiles y luchando para que la cultura <strong>de</strong> la muerte sea<strong>de</strong>rrotada y triunfe por doquier la cultura <strong>de</strong> la vida (cf. Evangelium vitae, 100). Alhaber compartido también yo, durante estos años, en varias ocasiones, la experiencia<strong>de</strong> la enfermedad, he comprendido cada vez más claramente su valor para mi ministeriopetrino y para la vida misma <strong>de</strong> la Iglesia. A la vez que expreso mi afecto y misolidaridad a los que sufren, los invito a contemplar con fe el misterio <strong>de</strong> Cristo, crucificadoy resucitado, para llegar a <strong>de</strong>scubrir en sus sufrimientos el <strong>de</strong>signio amoroso<strong>de</strong> Dios. Sólo contemplando a Jesús, “varón <strong>de</strong> dolores y familiarizado con el sufrimiento”(Is 53, 3), es posible encontrar serenidad y confianza.
2. En esta Jornada mundial <strong>de</strong>l enfermo, que tiene por tema “La nueva evangelizacióny la dignidad <strong>de</strong>l hombre que sufre”, la Iglesia <strong>de</strong>sea poner <strong>de</strong> relieve la necesidad<strong>de</strong> evangelizar <strong>de</strong> un modo nuevo este ámbito <strong>de</strong> la experiencia humana, para favorecersu orientación al bienestar integral <strong>de</strong> la persona y al progreso <strong>de</strong> todas laspersonas en las diversas partes <strong>de</strong>l mundo.El tratamiento eficaz <strong>de</strong> las diferentes patologías, el empeño por seguir investigandoy la inversión <strong>de</strong> recursos a<strong>de</strong>cuados constituyen objetivos laudables que se persiguencon éxito en vastas áreas <strong>de</strong>l planeta. Aun apreciando los esfuerzos realizados,no se pue<strong>de</strong> ignorar que no todos los hombres gozan <strong>de</strong> las mismas oportunida<strong>de</strong>s.Por eso, dirijo un apremiante llamamiento para que se trabaje por favorecer el necesario<strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> los servicios sanitarios en los países, todavía numerosos, que nopue<strong>de</strong>n ofrecer a sus habitantes unas condiciones <strong>de</strong> vida dignas y una tutela a<strong>de</strong>cuada<strong>de</strong> la salud. Asimismo, espero que las innumerables potencialida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la medicinamo<strong>de</strong>rna se pongan al servicio efectivo <strong>de</strong>l hombre y se apliquen con pleno respeto<strong>de</strong> su dignidad.A lo largo <strong>de</strong> estos dos mil años <strong>de</strong> historia, la Iglesia siempre ha tratado <strong>de</strong> apoyarel progreso terapéutico con el fin <strong>de</strong> prestar una ayuda cada vez más cualificada a losenfermos. En las diversas situaciones, ha intervenido con todos los medios posiblespara que se respetaran los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> la persona y se buscara siempre el auténticobienestar <strong>de</strong>l hombre (cf. Populorum progressio, 34). También hoy, el Magisterio,fiel a los principios <strong>de</strong>l Evangelio, propone sin cesar los criterios morales que pue<strong>de</strong>norientar a los hombres <strong>de</strong> la medicina a profundizar aspectos <strong>de</strong> la investigación queaún no están suficientemente claros, sin violar las exigencias que brotan <strong>de</strong> un auténticohumanismo.53. Cada día me dirijo espiritualmente en peregrinación a los hospitales y a los centrossanitarios, don<strong>de</strong> viven personas <strong>de</strong> toda edad y <strong>de</strong> toda clase social. Sobre todoquisiera <strong>de</strong>tenerme al lado <strong>de</strong> los enfermos hospitalizados, <strong>de</strong> sus familiares y <strong>de</strong>l personalsanitario. Esos lugares son una especie <strong>de</strong> santuarios, en los que las personasparticipan en el misterio pascual <strong>de</strong> Cristo. Allí incluso los más distraídos se ven impulsadosa interrogarse acerca <strong>de</strong> su existencia y su significado, y acerca <strong>de</strong>l por qué<strong>de</strong>l mal, <strong>de</strong>l sufrimiento y <strong>de</strong> la muerte (cf. Gaudium et spes, 10). Precisamente poreso es importante que en esos centros nunca falte la presencia cualificada y significativa<strong>de</strong> los creyentes.Así pues, ¡cómo no dirigir un apremiante llamamiento a los profesionales <strong>de</strong> la me-
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