98confiados al doctor <strong>de</strong> <strong>de</strong>rmatología,etc. etc. y luego al Dr.Francesco Pepe, el secretario,hombre romántico y activo,que vive (lo escribía entonces,en el 49) en medio <strong>de</strong> los leprosos<strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía 22 años ypara ellos es más que un amigo.Continuaba en mi reportaje:“En Italia, siempre, ténganlopresente – y esto pue<strong>de</strong> servirpara los estudios <strong>de</strong> estadísticay para los médicos –en Italia <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ras y realesleproserías no hay sino ésta,Acquaviva <strong>de</strong>lle Fonti.En Messina, en Cagliari yen Génova, existen secciones<strong>de</strong> aislamiento para leprososen los locales <strong>de</strong> los hospitales.Des<strong>de</strong> 1927, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día <strong>de</strong>su constitución, es <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong> laleprosería nacional, han pasadopor Acquaviva 246 enfermos:145 hombres, 101 mujeres.En toda Italia, los casos <strong>de</strong>lepra oficiales que prevén lahospitalización obligatoria, nosuperan los 450”.Luego <strong>de</strong>cía: los últimoscuidados – siempre hace mediosiglo – se hace por medio<strong>de</strong> sulfona junto con la estreptomicina,están dando resultadosconsi<strong>de</strong>rables, según meinforman. Aún es tempranopara afirmar que la lepra ha sidovencida pero la cienciacuenta con bloquearla.El bacilo <strong>de</strong> Hansen, importadoa Italia durante el período<strong>de</strong> las guerras santas, como enEscandinavia don<strong>de</strong> se manifestócon particular virulencia,no se pue<strong>de</strong> cultivar, <strong>de</strong> aquí laimposibilidad <strong>de</strong> un estudioprofundo <strong>de</strong> experiencias <strong>de</strong>terminantes.Otra cosa interesante paramí.Los médicos acostumbrandistinguir, al menos entoncesera así, tres formas: lepra nodularo tuberculosa, lepraanestética o nerviosa, lepramixta por la asociación <strong>de</strong> lasdos primeras.Es una enfermedad contagiosa,especialmente en su formanodular, cuya puerta parecesean las mucosas nasales,<strong>de</strong> aquí la necesidad <strong>de</strong> un aislamientomuy estricto.Gracias a esto, en efecto, lapan<strong>de</strong>mia leprosa, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> elMedio Evo hasta ahora – es<strong>de</strong>cir al 49 – ha perdido <strong>de</strong> intensidady difusión.El foco más importante seencontraba en la península <strong>de</strong>Escandinavia, pero la óptima einflexible legislatura inspiradapor el Dr. Hansen, que <strong>de</strong>scubrióel bacilo en 1871, (lo hevisto con el microscopio, esuna especie <strong>de</strong> manojo <strong>de</strong> puros)ha reducido muchísimolas proporciones.Es con el aislamiento absolutoy con las últimos encontradoscientíficos, sulfona yestreptomicina, me dice el médicodirector, que se pue<strong>de</strong>proseguir.Había llenado un bloc <strong>de</strong>apuntes cuando el secretariome dijo: “¿Quiere usted ver?¿Está seguro?”.¡Cierto!Me pusieron un mandil ynos acercamos.Antes <strong>de</strong> abrir la puerta queconducía a la sección leprosos,el secretario me amonestó:“Aunque provara un sentido<strong>de</strong> repulsa, se domine. Los leprososson buenos, pero sevuelven malos si se dan cuentaque uno tiene repugnancia <strong>de</strong>ellos.La lepra es una enfermedadque hace incluso que las madresalejen con repugnancia asus hijos.Ha sucedido a alguno que sehabía escapado.Una vez un enfermo se metiólos <strong>de</strong>dos en la nariz, hume<strong>de</strong>ciólas uñas y atacó a unenfermero arañandole el rostro”.Son buenos, dijo el secretario,pero se pue<strong>de</strong>n volver malos.Salimos al <strong>de</strong>scubierto y salierona nuestro encuentro algunasmujeres con mandilesblancos, cinco o seis.Tenían una cinta en los cabellos.Se habían hecho bellas enhonor nuestro, pero sus manosse parecían a los guantes <strong>de</strong>esgrima.Tenían el rostro contraído.Porque la lepra es una enfermedadimpúdica, porque agre<strong>de</strong>inmediatamente el rostro.Son las menos <strong>de</strong>vastadas,advirtió el Dr. Pepe.Son ellas que le acogen paraque usted se vaya acostumbradogradualmente.Tanta <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za me conmovióy aún me conmueve.Se habían acercado y medaban alegremente el bienvenido.Por instinto estaba dándolela mano a la más cercana, peroella se hizo atrás.Esté atento, me dijo la leprosa,pue<strong>de</strong> ser peligroso.Y se sonrió como si me pidieradisculpa.Y aquí, a estas palabras, elsecretario Ciccio Pepe, seacercó a la leprosa, le tomó lasmanos, las estrechó afectuosamentey estrechando estosguantes <strong>de</strong> esgrima, las manos,digo <strong>de</strong>formes, horrendas,a la vista <strong>de</strong> aquella mujer, pusoun beso en la frente <strong>de</strong> laenferma.Una frente llena <strong>de</strong> nódulos.¿Cómo es que no tiene temor<strong>de</strong>l contagio? Le pregunté.Y él, el buen Dr. Ciccio Pepe,me respondió con una palabrasola “no”.Y luego añadió: “Gracias aFollereau”.Yo, sin saber, pergunté: ¿<strong>de</strong>qué se trata? ¿Un antídoto?¿un remedio?... Estamos en1949.Y Pepe, mirándome con unmixto <strong>de</strong> ternura y <strong>de</strong> compasión,respondió con cierta altanería:No, Igor Man.Es el nombre <strong>de</strong> un santo,un santo laico, Raoul Follereau.Es un misionero laico, prosiguió,un inspirado por Dios,un mensajero <strong>de</strong> Cristo.A él y a su esposa se les hametido en la cabeza aliviar laspenas <strong>de</strong> los leprosos, <strong>de</strong> abolirla imagen medieval, cruel y
supersticiosa <strong>de</strong>l leproso quecamina con el rostro cubierto,tocando la campanilla paraavisar a la gente.Follereau ha <strong>de</strong>smitizado lalepra, continuaba este señor.Esto hace cincuenta añosatrás.Es una enfermedad comootra: se pue<strong>de</strong> sanar <strong>de</strong> ella.Queridos amigos, esto medijo el simple y humanísimoCiccio Pepe, generoso secretariofactotum <strong>de</strong>l Hospital <strong>de</strong>Acquaviva <strong>de</strong>lle Fonti.brada voz en el falsete agudo<strong>de</strong> los leprosos más afectados.Lo que me ha impresionadosiempre, cuando he encontradoa los leprosos: su voz.Es claro que hay una explicacióncientífica porque evi<strong>de</strong>ntementelas cuerdas vocalesson afectadas.<strong>de</strong>lle Fonti no sabía ni leer niescribir.Aprendió antes <strong>de</strong> volverseciega.Ahora pasa sus oscuras y silenciosasjornadas componiendoversos mentalmente.¡He aquí la fuerza <strong>de</strong> la vida!Hace luz, <strong>de</strong>spierta los soni-Fue así que sentí hablar porprimera vez en mi vida <strong>de</strong> Follereau.Pienso que ha llegado elmomento que les narre un soloepisodio <strong>de</strong> mi experienciaúnica en 1949.Y, por inci<strong>de</strong>ncia, han sidotres los momentos que me hanformado en mi vida <strong>de</strong> trabajo:– el encuentro con los leprosos,íntimamente vinculadocon el Padre Pío;– la guerra <strong>de</strong> Vietnam;– haber sido puesto en elparedón en Sudán y haber permanecidopor media hora sinsaber si me mataban o si hubierapodido regresar a mi casapara estar con mi esposa ymi hijo.Regresando a mi experienciaen la leprosería, en un dadomomento, se acerca una enfermeray dice al secretario:Profesor, Caterina está esperando.Entonces, me dice CiccioPepe: “Ve, Igor Man, ayer lehablé <strong>de</strong> una persona realmenteen olor <strong>de</strong> santidad. Ahorala verá.Esta persona es Caterina Err(Herr)Yo hablo al presente porquereproduzco exactamente loque escribí entonces.Esta persona santa es CaterinaHerr <strong>de</strong> Cuneo.Está sentada en una tumbona,las manos en la falda, unagorra negra en la cabeza, laspálpebras caídas; la única huellahumana en un rostro secocomo un guindón.“Buenos días, Caterina”.Y ella sale como <strong>de</strong> un letargo,se anima, se hace haciaa<strong>de</strong>lante porque es ciega, la leprale ha corroído todo.Y respon<strong>de</strong>: “Buenos días,bienvenido” con su acostum-La voz chillona, diría unavoz que te corta, te corta comouna navaja mala.Es horrible y patética: unaenfermera le agarra los antebrazos;me muestra con gestoprofesional, haciendo girar enlos pulsos las manos <strong>de</strong> Caterina:dos cartuchos informes<strong>de</strong> carne escamosa.Me explican que la formanerviosa hace que los tejidosse retiren.Los <strong>de</strong>dos se retiran, comoaquellos vasos <strong>de</strong> turismo, <strong>de</strong>boy scout, en aluminio, que sepue<strong>de</strong>n aplastar para llevarlosen el bolsillo.También los pies, dice la enfermera,también los pies estánasí.Caterina no ha <strong>de</strong>jado <strong>de</strong>sonreir; en su rostro pasa unmatiz <strong>de</strong> indulgencia imperceptible.No ha pedido que yo viesesus ex-manos.Ella quiere <strong>de</strong>cirme que hacompuesto una poesía, por lavictoria <strong>de</strong> las fuerzas <strong>de</strong>l Biensobre el anticristo.Caterina tenía diecisieteaños cuando se enfermó.En ese entonces yo escribíaque “vive muriendo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace47 años”.Cuando llegó a Acquavivados <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sí, con sus poesías.Me recita una. Son pocosversos, un soneto, cosa sencilla.Versos elementales pero absolutos.“Cuando la cruz me fueasignada,doblando la frente, yo laabracé”.La resignación se transformaen gozo¿Qué son mis penas, se pregunta,en comparación conaquellas sufridas por Cristo ya las que la humanidad le infligecada día?“Es la Cruz que a El meune,penar por Jesús no me irrita”.Sufre serena, para expiarsus pecados y los <strong>de</strong>l mundo,en espera – como ella concluye– <strong>de</strong>l alba radiosa <strong>de</strong>l díaque no tiene fin.Con Follereau nos hemoscruzado y nos hemos rozadovarias veces. Nunca nos hemosencontrado.Pero viajando por Africa enparticular y por India, nos hemosrozado.También yo he visitado alfamoso Dr. Albert Schweitzer.99
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