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DOLENTIUM HOMINUM - Conferencia Episcopal de Guatemala

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supersticiosa <strong>de</strong>l leproso quecamina con el rostro cubierto,tocando la campanilla paraavisar a la gente.Follereau ha <strong>de</strong>smitizado lalepra, continuaba este señor.Esto hace cincuenta añosatrás.Es una enfermedad comootra: se pue<strong>de</strong> sanar <strong>de</strong> ella.Queridos amigos, esto medijo el simple y humanísimoCiccio Pepe, generoso secretariofactotum <strong>de</strong>l Hospital <strong>de</strong>Acquaviva <strong>de</strong>lle Fonti.brada voz en el falsete agudo<strong>de</strong> los leprosos más afectados.Lo que me ha impresionadosiempre, cuando he encontradoa los leprosos: su voz.Es claro que hay una explicacióncientífica porque evi<strong>de</strong>ntementelas cuerdas vocalesson afectadas.<strong>de</strong>lle Fonti no sabía ni leer niescribir.Aprendió antes <strong>de</strong> volverseciega.Ahora pasa sus oscuras y silenciosasjornadas componiendoversos mentalmente.¡He aquí la fuerza <strong>de</strong> la vida!Hace luz, <strong>de</strong>spierta los soni-Fue así que sentí hablar porprimera vez en mi vida <strong>de</strong> Follereau.Pienso que ha llegado elmomento que les narre un soloepisodio <strong>de</strong> mi experienciaúnica en 1949.Y, por inci<strong>de</strong>ncia, han sidotres los momentos que me hanformado en mi vida <strong>de</strong> trabajo:– el encuentro con los leprosos,íntimamente vinculadocon el Padre Pío;– la guerra <strong>de</strong> Vietnam;– haber sido puesto en elparedón en Sudán y haber permanecidopor media hora sinsaber si me mataban o si hubierapodido regresar a mi casapara estar con mi esposa ymi hijo.Regresando a mi experienciaen la leprosería, en un dadomomento, se acerca una enfermeray dice al secretario:Profesor, Caterina está esperando.Entonces, me dice CiccioPepe: “Ve, Igor Man, ayer lehablé <strong>de</strong> una persona realmenteen olor <strong>de</strong> santidad. Ahorala verá.Esta persona es Caterina Err(Herr)Yo hablo al presente porquereproduzco exactamente loque escribí entonces.Esta persona santa es CaterinaHerr <strong>de</strong> Cuneo.Está sentada en una tumbona,las manos en la falda, unagorra negra en la cabeza, laspálpebras caídas; la única huellahumana en un rostro secocomo un guindón.“Buenos días, Caterina”.Y ella sale como <strong>de</strong> un letargo,se anima, se hace haciaa<strong>de</strong>lante porque es ciega, la leprale ha corroído todo.Y respon<strong>de</strong>: “Buenos días,bienvenido” con su acostum-La voz chillona, diría unavoz que te corta, te corta comouna navaja mala.Es horrible y patética: unaenfermera le agarra los antebrazos;me muestra con gestoprofesional, haciendo girar enlos pulsos las manos <strong>de</strong> Caterina:dos cartuchos informes<strong>de</strong> carne escamosa.Me explican que la formanerviosa hace que los tejidosse retiren.Los <strong>de</strong>dos se retiran, comoaquellos vasos <strong>de</strong> turismo, <strong>de</strong>boy scout, en aluminio, que sepue<strong>de</strong>n aplastar para llevarlosen el bolsillo.También los pies, dice la enfermera,también los pies estánasí.Caterina no ha <strong>de</strong>jado <strong>de</strong>sonreir; en su rostro pasa unmatiz <strong>de</strong> indulgencia imperceptible.No ha pedido que yo viesesus ex-manos.Ella quiere <strong>de</strong>cirme que hacompuesto una poesía, por lavictoria <strong>de</strong> las fuerzas <strong>de</strong>l Biensobre el anticristo.Caterina tenía diecisieteaños cuando se enfermó.En ese entonces yo escribíaque “vive muriendo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace47 años”.Cuando llegó a Acquavivados <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sí, con sus poesías.Me recita una. Son pocosversos, un soneto, cosa sencilla.Versos elementales pero absolutos.“Cuando la cruz me fueasignada,doblando la frente, yo laabracé”.La resignación se transformaen gozo¿Qué son mis penas, se pregunta,en comparación conaquellas sufridas por Cristo ya las que la humanidad le infligecada día?“Es la Cruz que a El meune,penar por Jesús no me irrita”.Sufre serena, para expiarsus pecados y los <strong>de</strong>l mundo,en espera – como ella concluye– <strong>de</strong>l alba radiosa <strong>de</strong>l díaque no tiene fin.Con Follereau nos hemoscruzado y nos hemos rozadovarias veces. Nunca nos hemosencontrado.Pero viajando por Africa enparticular y por India, nos hemosrozado.También yo he visitado alfamoso Dr. Albert Schweitzer.99

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