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mueran las insensatas,<br />

alimento <strong>de</strong> ratas<br />

insípidas y tontas y pedantes.<br />

Pues mil veces abajo!...<br />

Humillemos sus huestes altaneras,<br />

que es cobar<strong>de</strong> y es bajo<br />

a un vil escarabajo<br />

rendirle en sumisión nuestras ban<strong>de</strong>ras.<br />

íQué vivan las legumbres!<br />

(van en voces confusas repitiendo.)<br />

Tan viles servidumbres<br />

nuestras buenas costumbres<br />

las están <strong>de</strong> continuo repeliendo.<br />

Y es atroz sacrilegio<br />

llamar á las patatas celestiales,<br />

y darles po<strong>de</strong>r regio.<br />

¡ Abajo el privilegio ,<br />

pues antela sartén somos iguales!» —<br />

Dicen, y se pronuncian:<br />

y con solemne pompa y aparato<br />

la guerra al íin anuncian ;<br />

pero nunca renuncian<br />

á su antiguo esplendor y su boato.<br />

CARLOS MASSA.<br />

COSTUMBRES FRANCESAS.<br />

El pueblo francés es sin disputa el que mas ríe<br />

<strong>de</strong> todos los pueblos <strong>de</strong> la tierra. Por lo común<br />

se rie <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más pueblos. En sus novelas, en<br />

sus poemas, en sus folletines, en sus, dramas y<br />

sobre todo, en sus zarzuelas ó vau<strong>de</strong>vitles siem­<br />

pre hay algún inglés que toma té , que está serio,<br />

que coje una turca, ó algún alemán que bebe<br />

cerveza, que fuma la pipa, que revuelve los ti­<br />

zones <strong>de</strong> la chimenea, ó que hace cualquiera <strong>de</strong><br />

esas cosas que, el autor francés ha visto por ca­<br />

sualidad en algún individuo <strong>de</strong> la nación <strong>de</strong> que<br />

se está riendo. Y es tanta la manía <strong>de</strong> reir en los<br />

franceses, que cuando no se rien <strong>de</strong> los cstran-<br />

geros, se rien <strong>de</strong> sí mismos, y es menester con­<br />

fesar que en esta parle suelen ser sobresalientes,<br />

por poco exactos que estén en su retrato. Es que<br />

en Francia hay muchísimo ridículo ; la faz cari­<br />

caturesca <strong>de</strong> esta nación es vasta, por no <strong>de</strong>cir<br />

inmensa, y el que quiera reírse <strong>de</strong> los franceses<br />

tiene materia <strong>de</strong> sobra; la única dificultad que<br />

127<br />

se presenta es, como ellos suelen <strong>de</strong>cir, /' em­<br />

barras du choix.<br />

Riámonos pues también <strong>de</strong> los franceses; no­<br />

sotros que, en su concepto, somos graves y<br />

recogidos como monges cartujos, ó anacoretas<br />

tebanos, y riámonos <strong>de</strong> sus ridiculeces que son<br />

por cierto dignas y muy dignas <strong>de</strong> la carica­<br />

tura.<br />

Negar que el pueblo francés ha tenido y tie­<br />

ne una multitud <strong>de</strong> hombres gran<strong>de</strong>s en todo<br />

género, seria <strong>de</strong>mostrar prácticamente que se<br />

ignora <strong>de</strong> todo punto la historia, ó que un ri­<br />

dículo espíritu <strong>de</strong> nacionalidad mal entendida<br />

estraviaria nuestro juicio; pero acaso sea el pue­<br />

blo que mayor número <strong>de</strong> necios y maja<strong>de</strong>ros<br />

con pretensiones <strong>de</strong> sabios está abrigando,<br />

amen <strong>de</strong> una multitud <strong>de</strong> farsantes que en to­<br />

das las esferas hormiguean, esplolando á las<br />

mil maravillas la boba credulidad <strong>de</strong> los que<br />

tienen la <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong>'escucharlos. Abre París<br />

escuelas <strong>de</strong> toda clase <strong>de</strong> conocimientos, don<strong>de</strong><br />

se recibe sólida y abonada educación <strong>de</strong> profeso­<br />

res beneméritos; pero ese mismo París tiene<br />

unos Campos Elíseos, don<strong>de</strong> se enseña, mejor<br />

diremos, don<strong>de</strong> se parodia grotescamente la en­<br />

señanza <strong>de</strong> las aulas. Tan pronto es un <strong>de</strong>scara­<br />

do Dulcamara, vestido <strong>de</strong> turco, griego 6 chino,<br />

que, montado en un cabriolé, estrafalario boti­<br />

quín con visos <strong>de</strong> tienda ambulante <strong>de</strong> perfumes,<br />

llama la atención <strong>de</strong>l público con una orquesta<br />

formada <strong>de</strong> dos clarinetes, un bombo, un tam­<br />

bor y una trompeta, para anunciarle la curación<br />

radical y momentánea <strong>de</strong> diez enfermeda<strong>de</strong>s in­<br />

curables, por medio <strong>de</strong> un jabón que ni las man­<br />

chas quila, <strong>de</strong>mostrando su portentosa habilidad<br />

con legajos <strong>de</strong> certificados <strong>de</strong> aca<strong>de</strong>mias, <strong>de</strong> cu­<br />

ras párrocos, prefectos, maires, diputados, pa­<br />

res, comadrones y drogueros, y <strong>de</strong>slumhrando<br />

á la multitud, que atónita le escucha, admira y<br />

aplau<strong>de</strong>; primero con una arenga fogosa, luego<br />

con las monedas <strong>de</strong> plata y oro que vacia <strong>de</strong> una<br />

espuerta en otra, en ostentación <strong>de</strong> una insigni­<br />

ficante parte <strong>de</strong>l producto <strong>de</strong> sus maravillosas<br />

curaciones. Tan pronto es un truan que ha colo­<br />

cado encima <strong>de</strong> una mesa una mala máquina<br />

eléctrica, una botella <strong>de</strong> Ley<strong>de</strong>n y otros instru­<br />

mentos físicos <strong>de</strong> uso <strong>de</strong>sconocido para él y su<br />

ayudante con cara <strong>de</strong> fullero que hace rodar el

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