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Í66<br />

cunstancia por insignificante que sea se escapa á<br />

la penetración <strong>de</strong> un hombre dotado <strong>de</strong> genio<br />

mercantil.<br />

I Ya están casados! No pasa correo sin que en<br />

el camino <strong>de</strong> Madrid á Zaragoza se crucen dos<br />

cartas llenas <strong>de</strong> protestas <strong>de</strong> fi<strong>de</strong>lidad matrimo­<br />

nial, embebidas en otras tantas reglas aritméti­<br />

cas que vienen á ser un estado <strong>de</strong>talladísimo <strong>de</strong><br />

las entradas y salidas <strong>de</strong> cada una <strong>de</strong> las dos<br />

tiendas. Solo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un año <strong>de</strong> ausencia vi­<br />

no á interrumpirse esta envidiable armonía. Lle­<br />

garon á Zaragoza dos y tres correos, sin recibir<br />

Celestina la suspirada correspon<strong>de</strong>ncia. Empezó<br />

á roer su corazón el gusanillo <strong>de</strong> los celos , y co­<br />

mo un proyecto dictado por esta pasión terrible<br />

se ejecuta con la misma rapi<strong>de</strong>z que se ha con­<br />

cebido, tomó Celestina asiento en la diligencia,<br />

<strong>de</strong>jó la tienda al interino cargo <strong>de</strong> un hermano<br />

suyo y preparó á su esposo una entrevista ful­<br />

minante. En efecto, la sesión <strong>de</strong> los dos esposos<br />

fué borrascosísima, pero hubiera tenido una so­<br />

lución feiiz si un imprevisto acci<strong>de</strong>nte no hubie­<br />

se venido á complicar la crisis.<br />

Puesto el caduceo entre los consortes, dispo­<br />

níase Celestina para regresar á Zaragoza entera­<br />

mente tranquilizada por las discretas escusas<br />

con que supo ahogar sus resentimientos el bon­<br />

dadoso Saturnino. No, nunca mas volverá á per­<br />

turbársela paz <strong>de</strong> que goza aquel enamorado<br />

matrimonio. ¿Lo crees así lector? Pues oye y<br />

tiembla.<br />

Acababa Saturnino <strong>de</strong> hacer una diligencia<br />

precisa y por la calle <strong>de</strong> Alcalá se volvía á su<br />

casa con la velocidad <strong>de</strong> un marido que va á bus­<br />

car la comadrona, cuando tropieza con un ami­<br />

go suyo á quien hacia dos años que no habia vis­<br />

to :— ¡ Saturnino !— j Ginés ! ¡ tú por acá ! ¿cuán­<br />

to tiempo hace? — Diez ó doce días. —• ¿ Vienes<br />

ahora <strong>de</strong> Lérida, no es verdad? ¿qué tal el vio-<br />

ge ? — Malo, muy malo. Y no eches la culpa á la<br />

carretera, ni creas que me hayan asaltado la­<br />

drones, ni que haya habido vuelcos: nada, nada<br />

<strong>de</strong> esto, todos los viajeros lo han pasado per­<br />

fectamente ¡todos menos yo! Ni presumas tam­<br />

poco que tuviese á mi lado algún chiquillo, al­<br />

gún barrigudo, algún mareado, algún fumador,<br />

alguna embarazada. Des<strong>de</strong> Lérida á Zaragoza lo<br />

pasé bien, es <strong>de</strong>cir, lo pasé como pue<strong>de</strong> pasarse<br />

en una diligencia. Pero al llegar á Zaragoza en<br />

la fonda <strong>de</strong> las cuatro naciones, se me antojó<br />

como á otros muchos <strong>de</strong>jar la diligencia <strong>de</strong> la Co­<br />

ronilla <strong>de</strong> Aragón y proseguir mi viaje en una<br />

<strong>de</strong> la empresa <strong>de</strong> las Peninsulares. Me <strong>de</strong>jé se­<br />

ducir por los elogios que <strong>de</strong> la empresa <strong>de</strong> las<br />

Peninsulares me hizo uno que supe <strong>de</strong>spués ser<br />

<strong>de</strong> los empresarios... ¡ay! lo supe cuando el mal<br />

ya no tenia remedio. ¡Y yo que le creia <strong>de</strong> buena<br />

fé consi<strong>de</strong>rándole tan indiferente como yo á los<br />

beneficios <strong>de</strong> la empresa I Eran las doce <strong>de</strong> la no­<br />

che cuando me senté en el banco <strong>de</strong> los ajusticia­<br />

dos. Permíteme que dé este nombre al asiento <strong>de</strong><br />

la diligencia. No habia en la rotonda mas viaje­<br />

ros que yo y una señora cuyas facciones no me<br />

permitió <strong>de</strong>scubrir la oscuridad <strong>de</strong> la noche. La<br />

diligencia arrancó con brio y, como.lo hacen to­<br />

das para formarse una buena reputación , siguió<br />

su rápido progreso mientras estuvimos en la ciu­<br />

dad, pero luego que salimos <strong>de</strong> ella empezó á<br />

estacionarse á la manera <strong>de</strong> un revolucionario<br />

rabioso luego que se ha calzado con un <strong>de</strong>stinillo<br />

que vale la pena. A mí me importaba muy poco<br />

ó, por mejor <strong>de</strong>cir, me complacía la marcha<br />

crónica <strong>de</strong> la diligencia, porque habia <strong>de</strong> dilatar<br />

los goces con que me brindaba la circunstancia<br />

<strong>de</strong> hallarme en la rotonda solo con una muger.<br />

Dos jóvenes <strong>de</strong> distinto sexo tardan mucho en<br />

dormirse hallándose encerrados solos y á tiro <strong>de</strong><br />

beso. Entablé conversación con mi compañera <strong>de</strong><br />

viaje, y tuve el placer <strong>de</strong> oir su voz que es la<br />

mas dulce que ha vibrado en misoidos. No qui­<br />

se gastar pólvora en salva; sabes que soy vivo <strong>de</strong><br />

genio. Destaqué bien pronto una guerrilla; a<strong>de</strong>­<br />

lanté uno <strong>de</strong> mis pies y con él toqué suavemente<br />

el suyo. Nada <strong>de</strong> resistencia. A<strong>de</strong>lante. Troin,<br />

room , room ,' torom... Mi pie á la manera <strong>de</strong> un<br />

grumete se fué encaramando por su pierna como<br />

por una cucaña. Luego mis manos <strong>de</strong>searon en­<br />

trar en acción ycatatic, catatac, catatic, cata-<br />

tac.,á paso <strong>de</strong> ataque fueron ganando terreno<br />

Los labios siguieron su ejemplo; el movimiento<br />

se fué propagando rápidamente, y en un instan­<br />

te todo mi cuerpo quedó pronunciado en masa.<br />

Somaten, nan, nan , nan... ¡ Alto el fuego! Me<br />

dormí en seguida; llegamos á una parada , la di -<br />

ligencia se <strong>de</strong>tuvo!... qué horror! ¡Saturnino,<br />

qué horror! Al libio resplandor <strong>de</strong> los primeros

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