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76<br />

tenido un calzado infinitamente mas barato que<br />

ahora y mas análogo sobre todo á la índole y cir­<br />

cunstancias <strong>de</strong> nuestra especie, en su mayoría á<br />

lo menos. ¡Harto mas protegida se hallaría en­<br />

tonces la industria, y no que ahora es una lásti­<br />

ma el abatimiento en que yace la triste profesión<br />

<strong>de</strong> herrador!<br />

Por lo que loca á las orejas, no las hallo mal<br />

don<strong>de</strong> están, pero las hubiera querido mas gran­<br />

<strong>de</strong>s, por una infinidad <strong>de</strong> razones: la primera,<br />

porque así las hubieran podido menear á toda su<br />

satisfacción los que ahora las mueven á medias:<br />

lo segundo, porque siendo <strong>de</strong> cierto tamaño, los<br />

peores hombres <strong>de</strong>l mundo quedarían converti­<br />

dos en angeles <strong>de</strong> cabeza arriba, con solo cortar­<br />

les el cuello: lo tercero porque en caso <strong>de</strong> calor<br />

nos podrian servir <strong>de</strong> abanicos: y lo cuarto en<br />

fin, porque así me parece á mí, y cada cual es<br />

dueño <strong>de</strong> tener las orejas que guste.<br />

En cuanto á los dientes, claro está que hallán­<br />

dome mal con la boca, no <strong>de</strong>beré <strong>de</strong> estar muy<br />

satisfecho con ellos; pero ya que los habíamos <strong>de</strong><br />

tener, fuese siquiera en el sitio don<strong>de</strong> coloco yo<br />

la nariz, y así cargaría el muy bellaco con esos<br />

dolores <strong>de</strong> muelas que nadie merece cual él. Con<br />

eso quedaban las nalgas convertidas en dos re­<br />

gulares mandíbulas, y nunca nos parecería duro<br />

el asiento, aun cuando no tuviese mullido. A<br />

bien que la Diosa Cibeles tiene mas fortuna que<br />

yo: vayan uste<strong>de</strong>s al Prado, y allí la verán sen—<br />

tadíta sin moverse <strong>de</strong> su carroza <strong>de</strong> mármol,<br />

gracias á su tafanario <strong>de</strong> piedra.<br />

Los ojos me parecen mal don<strong>de</strong> están, á lo<br />

menos el uno, y entiéndase que hablo <strong>de</strong> los <strong>de</strong><br />

la cara. En lugar <strong>de</strong> tenerlos dos en la frente,<br />

¿por qué no nos puso la naturaleza el uno <strong>de</strong><br />

ellos en el tozuelo, y así hubiéramos visto á los<br />

que nos la pegan por <strong>de</strong>trás? Organizado así el<br />

hombre, hubiera podido dormir con el uno mien­<br />

tras velaba con el otro, y vean uste<strong>de</strong>s cuanto<br />

hubiera ganado una policía secreta verbi gracia<br />

en tener esbirros así. Demás <strong>de</strong> eso, formado el<br />

hombre como yo digo, la mitad <strong>de</strong> los tuertos<br />

que ahora existen lo serian <strong>de</strong> la parte <strong>de</strong> a<strong>de</strong>lan­<br />

te, y los otros <strong>de</strong> la parte <strong>de</strong> atrás, lo cual hu­<br />

biera sido la cosa mas divertida <strong>de</strong>l mundo.<br />

En cuanto á los codos me parece que <strong>de</strong>berían<br />

ser cuatro y no dos; quiero <strong>de</strong>cir que cada brazo<br />

estaría mejor con un codo <strong>de</strong> mas, y á la parte<br />

opuesta <strong>de</strong>l otro, y así podríamos doblar los bra­<br />

zos susodichos <strong>de</strong>l modo que ahora lo hacemos, y<br />

en sentido opuesto también, lo cual no me nega­<br />

rán uste<strong>de</strong>s que seria una ventaja <strong>de</strong> mas, y<br />

ventaja inapreciable, para los torpes como yo,<br />

que á la menor indigestión que tienen se ven en<br />

la precisión <strong>de</strong> llamar una vieja provista <strong>de</strong> su<br />

correspondiente geringa, y lodo por no lener<br />

uno la flexibilidad suficinte en los brazos para<br />

salir cada cual <strong>de</strong> su apuro sin ayuda <strong>de</strong> vecino.<br />

Por otra razón semejante <strong>de</strong>bieran ser cuatro<br />

también las rodillas. Personas conozco yo que no<br />

hacen otra cosa que tirar coces, y les vendrían<br />

muy bien jugar las piernas bácia atrás para sa­<br />

cudir el aire mejor.<br />

Las manos no <strong>de</strong>bieran ser calvas, sino pelu­<br />

das, y con eso ahorraríamos los guantes, comi­<br />

da <strong>de</strong>masiado cara para petimetres como yo, y<br />

sobre todo en Madrid. Verdad es que entonces<br />

seria moda raparlas, como es ahora llevarlas<br />

vestidas; pero moda por moda y exigencia social<br />

por exigencia, á mi rapamiento me atengo.<br />

El guante <strong>de</strong> navaja costaría á lo sumo un real<br />

por mano, con escepcion <strong>de</strong> la gente plebeya que<br />

por cuatro cuartos podría afeitarse las dos, y aun<br />

por menos sino se rapaba á dos aguas. Vayan us­<br />

te<strong>de</strong>s ahora á comparar esa módica retribución<br />

barberil con los diez y doce reales que nos cues­<br />

tan los guantes, sirviendo solo para uno ó dos<br />

dias cuando <strong>de</strong>l modo que digo bastaba afeitarse<br />

las manos <strong>de</strong> domingo á domingo, y andaba uno<br />

<strong>de</strong>cenio. ¿Y qué variedad no resultaría en las<br />

manos, á tener pelo como yo digo, y á exigir<br />

rapamientos la moda? Uno i ría con la palma pe­<br />

lada y con el metacarpo vestido; otro pondría<br />

sus cinco sentidos en llevar rapados los /ledos y<br />

cubierto <strong>de</strong> pelo lo <strong>de</strong>más; otro se raparía el pul­<br />

gar y <strong>de</strong>jaría peludo el meñique; otro tendría la<br />

vanidad <strong>de</strong> nombrar dos barberos <strong>de</strong> cámara, el<br />

uno para la mano <strong>de</strong>recha, y el otro para la zur­<br />

da : y otro en fin, podría salir á barbero por <strong>de</strong>­<br />

do, y aun á barbero por articulación ó falange,<br />

ó como se <strong>de</strong>ba <strong>de</strong>cir.<br />

En cuanto á los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> que hablo, hubiera<br />

hecho yo que cada uno <strong>de</strong> ellos tuviese por re­<br />

mate una campanilla, ó cencerro, ó cualquiera<br />

otra cosa que hiciese ruido, en.cuyo caso no bu

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