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43G<br />

Felizmente esta familia fué siempre <strong>de</strong>sgra­<br />

ciada, y por una casualidad traída á propósito,<br />

ninguno <strong>de</strong> sus miembros se parecía ó asemeja­<br />

ba en el rostro , á no ser en los ojos, las cejas,<br />

la frente, la nariz, la boca, la barba, los carri­<br />

llos, las orejas y la cúspi<strong>de</strong> que casi eran igua­<br />

les. Y digo cúspi<strong>de</strong>, porque en aquellos tiempos<br />

se llamaba así la cabeza, por ser lp mas eletado<br />

<strong>de</strong> los talones.<br />

A dicha media familia pertenecían varios ani­<br />

males, como un gatito muy mono que había<br />

muerto algunos años <strong>de</strong>spués, un perrito lindí­<br />

simo que tampoco había nacido, y un lorito muy<br />

parlanchín, la hembra <strong>de</strong> los dos únicos primi­<br />

tivos que salieron <strong>de</strong>l arca <strong>de</strong> Noé. Pero <strong>de</strong>jemos<br />

los animales y agarremos las personas.<br />

Los principales personages, pues , <strong>de</strong> la me­<br />

dia familia, eran una madre que se llamaba<br />

Doña Semíramis, (la cual no habia tenido abue­<br />

lo) y una hija que, no tenia nombre. Habitaban<br />

una casa sin pare<strong>de</strong>s, techo, puertas ni venta­<br />

nas. Notábase que la mamá era mas joven que<br />

la hija ; bien porque la hija tuviese mas años que<br />

su mamá, ó bien porque la mamá no contase<br />

tantos como la hija. Lo cierto es que á entram­<br />

bas servia un criado fiel que enviudó siendo sol­<br />

tero, hombre <strong>de</strong> estatura colosalmente enana,<br />

secamente gordo, cojo <strong>de</strong> vista y bizco <strong>de</strong> las<br />

piernas.<br />

Una noche, muy tenebrosa por cierto; serian<br />

como entre diez y tres <strong>de</strong> la madruga, cuando<br />

el sol alumbraba el globo con todo el fulgor <strong>de</strong><br />

sus rayos abrasadores en el mes <strong>de</strong> julio , la<br />

nieve se <strong>de</strong>sprendía <strong>de</strong> la atmósfera en copos tan<br />

gran<strong>de</strong>s como mantas <strong>de</strong> Palencia , y los habi­<br />

tantes <strong>de</strong> aquella comarca bailaban el trípili <strong>de</strong><br />

puro frió, entró saliendo el criado, y dijo á la<br />

señorita sin nombre con una voz tan entera­<br />

mente apagada que no formaba el mas leve so­<br />

nido: «señorita: un hombre <strong>de</strong>sconocido que ni<br />

vino ni se fué, ni he visto ni veré, acaba <strong>de</strong> no<br />

entregarme esta carta con cierto a<strong>de</strong>man <strong>de</strong> mis­<br />

terioso secreto , y con un vozarrón mas ronco<br />

que un trueno sordo, diciéndome sin hablar que<br />

á ningún ser futuro la entregase sino á usted.»<br />

La joven tierna como pezuña <strong>de</strong> buey cansino<br />

y sensible como el peñón <strong>de</strong> Gibraltar, abrió la<br />

carta que no estaba escrita en papel ni cosa que<br />

se le pareciera ni se vislumbraba en ella una<br />

sombra <strong>de</strong> letra humana ; y leyó las siguientes<br />

palabras: «¡ muger corpulenta ! un hombre in­<br />

visible os ama con la odiosidad mas frenética<br />

que engendraron los siglos futuros en un cora­<br />

zón volcánico. Adiós :—Posdata. Dentro <strong>de</strong> ca­<br />

torce minutos os espero en el torrente <strong>de</strong> los<br />

Alamos, ó moriréis. Juro respetar tu voluntad<br />

hasta el catafalco <strong>de</strong> las horcas Caudinas, don<strong>de</strong><br />

serás inmolada á dogal colgando con el mayor<br />

entusiasmo <strong>de</strong> una pasión inspirada por Satanás<br />

para ser enterrada en la Transilvania si á la cita<br />

faltáis. Adiós, hija <strong>de</strong>l Antecristo; ¡ os esperoI<br />

¡os espero 1 al torrente <strong>de</strong> los Alamos.»<br />

Por curiosidad quisiera yo ver á alguno <strong>de</strong> mis<br />

lectores en la prensada situación <strong>de</strong> la joven sin<br />

nombre, suponiendo que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> catorce mi­<br />

nutos era forzoso presentarse en el torrente <strong>de</strong><br />

los Alamos, que dista <strong>de</strong> allí cuatro mil qui­<br />

nientas cuarenta y tres leguas y media <strong>de</strong> mar y<br />

tierra, y continuando suponiendo que entonces<br />

no eran conocidos los vapores marítimos ni ter-<br />

rácueos , ni siquiera los globos atmosféricos.<br />

Sin embargo, aunque los historiadores que<br />

<strong>de</strong>jaron do escribir sobre este hecho que no su­<br />

cedió, ningún pormenor nos trasmitieron acer­<br />

ca <strong>de</strong> los medios que empleó la joven sin nom­<br />

bre para acudir exactamente á la cita, lo cierto<br />

es que antes <strong>de</strong> los catorce minutos ya estaba<br />

ella roncando sobre la espuma <strong>de</strong>l torrente <strong>de</strong><br />

los Alamos cansada <strong>de</strong> esperar á su trovador.<br />

Por tradición <strong>de</strong> los difuntos que murieron<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel siglo hasta fines <strong>de</strong>l actual, se cree<br />

que un trasporte tan veloz lo verificó la joven á<br />

caballo en un relámpago ; cosa muy posible en<br />

verdad si se consi<strong>de</strong>ra la gran diferencia que<br />

existe entre los relámpagos <strong>de</strong> entonces y los re­<br />

lámpagos <strong>de</strong> ahora, ó bien sea entre las exhala­<br />

ciones antiguas y las exhalaciones mo<strong>de</strong>rnas,<br />

como lo <strong>de</strong>mostraron el rey doña Urraca y la<br />

princesa Nabucodònosor en sus tratados sobre<br />

la transformación <strong>de</strong> los cuadrúpedos, <strong>de</strong> la cual<br />

escluyeron á los españoles, comparando nuestro<br />

<strong>de</strong>sgobierno con la eternidad.<br />

El reloj <strong>de</strong> la catedral <strong>de</strong> Carabanchel <strong>de</strong> aba­<br />

jo anunciaba á los rusos las trece <strong>de</strong>l dia, (por­<br />

que en aquellos tiempos todos los relojes tenían<br />

en el horario las V: horas <strong>de</strong>l dia, y las seña-

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