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tasen mas las hermosas que las feas, y esto era<br />

una atrocidad para un hombre <strong>de</strong>sconfiado y ce­<br />

loso como un gato. Lo mismo que <strong>de</strong> sus tiendas<br />

quería ser <strong>de</strong> su muger único posesor, y un robo<br />

<strong>de</strong> un <strong>de</strong>pendiente o una infi<strong>de</strong>lidad <strong>de</strong> su esposa<br />

eran dos calamida<strong>de</strong>s, que solo al consi<strong>de</strong>rarlas | minase el señor Cubí que se hallaba á la sazón<br />

posibles le trastornaban el juicio, sin atreverse<br />

á <strong>de</strong>cir cual le parecía mayor. En este conflicto ; go encontró en la cabeza <strong>de</strong> Celestina muy <strong>de</strong>pri-<br />

suplicó á Dios que le hiciese enamorar <strong>de</strong> una<br />

muger fea , <strong>de</strong> una muger que. espantase á todos j occipital esterna que es en don<strong>de</strong> resi<strong>de</strong>, según<br />

los hombres que no fuesen á su tienda con la es-<br />

clusiva intención <strong>de</strong> cambiar en dinero sus mer­<br />

ca<strong>de</strong>rías. Dios le oyó. Dios es Todo-Po<strong>de</strong>roso y<br />

quiso en efecto que se prendase Saturnino <strong>de</strong> una<br />

cosa que así remotamente remedaba una muger,<br />

pero una muger tan fea y <strong>de</strong> una fealdad tan an­<br />

tidiluviana, tan única en estos tiempos, tan re­<br />

conocida por todos los po<strong>de</strong>res <strong>de</strong>l Estado, que<br />

<strong>de</strong>berían hacerse rogativas públicas para que<br />

muriese sin sucesión y no quedase en el mundo<br />

un solo ejemplar <strong>de</strong> aquel original tan espantoso.<br />

Sus fisonomías borrascosas y anárquicas se proi ralizase íin guslo tan <strong>de</strong>pravado, si por <strong>de</strong>sgra-<br />

nunciaban contra el sentido común y , en verdad<br />

lo digo, si supiese que alguna vez habían <strong>de</strong><br />

aparecérseme en sueños, no me acostaría en to­<br />

dos los dias <strong>de</strong> mi vida. Saturnino encontró en<br />

ella aquel no sé qué con que nos pudren los ni­<br />

dos toilos los amantes amartelados: se enamoró<br />

muy particularmente <strong>de</strong> los agujeros <strong>de</strong>sús ore­<br />

Saturnino vive sosegado y tranquilo. Sabe bien<br />

jas, y <strong>de</strong> una voz que tenia en efecto mucha mo­<br />

que la fealdad <strong>de</strong> su muger le garantiza la posedulación<br />

y dulzura. Fuó realmente capricho <strong>de</strong> la<br />

sión esclusiva , conoce que en aquella fealdad<br />

naturaleza encua<strong>de</strong>rnar tan á la rústica una la­<br />

está perfectamente abroquelado su honor, se<br />

ringe digna y muy digna <strong>de</strong> magníficas cubier­<br />

persua<strong>de</strong> con razón <strong>de</strong> que aquella fealdad es una<br />

tas, digna <strong>de</strong> estar encerrada en una garganta<br />

| centinela que dice atrás á todas las invasiones<br />

<strong>de</strong> alabastro. Cualquiera que oyendo á Celestina<br />

] bastardas. ¿Pero se hizo cargo <strong>de</strong> que aquella<br />

(que así se llamaba la fea) tuviese la <strong>de</strong>bilidad<br />

i fealdad podia menoscabar sus intereses mcrcan<strong>de</strong><br />

mirarla , no sabia esplicarse como á Dios se le<br />

• tiles? Celestina ahuyentaba <strong>de</strong> la tienda á toda<br />

ocurrió poner los pulmones <strong>de</strong> un ruiseñor en el<br />

: la juventud célibe <strong>de</strong> Zaragoza, á la manera que<br />

pecho <strong>de</strong> un javalí. La voz <strong>de</strong> Celestina salía <strong>de</strong><br />

ahuyenta <strong>de</strong> un campo á los pájaros el espantajo<br />

una horrible boca á la manera <strong>de</strong> esos chorros<br />

que en ellos colocan los labradores. Bien es ver­<br />

<strong>de</strong> agua cristalina que escupen los espantosos<br />

dad que cu cambio todas las casadas celosas<br />

monstruos <strong>de</strong> granito colocados en todas las<br />

obligaban á sus maridos á proveerse <strong>de</strong> sus<br />

fuentes por el genio <strong>de</strong>, la arquitectura. Sin em­ !<br />

utensilios en el mostrador <strong>de</strong> la feísima ten<strong>de</strong>ra.<br />

bargo la fealdad <strong>de</strong> su futura no le pareció al ce­<br />

¡ Vaya el uno por el otro. Seguramente Saturnino<br />

loso huérfano un seguro <strong>de</strong> suficiente garantía<br />

iiabia <strong>de</strong> antemano echado este cálculo y sacado<br />

contra los incendios <strong>de</strong> la lujuria. No dio la mano<br />

una regla <strong>de</strong> proporción examinando la cstadísá<br />

Celestina sino <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberla sugelado á to­<br />

| tica <strong>de</strong> la siempre herética para saber el número<br />

do género <strong>de</strong> pruebas; la hizo requebrar por tres ó 1<br />

<strong>de</strong> sus solleros y casados, porque ninguna cir-<br />

165<br />

cuatro <strong>de</strong> sus compañeros, alquiló un pisaver<strong>de</strong><br />

pobre, pero bien parecido y magníficamente ata­<br />

viado , para que la rondase la calle, y cuando la<br />

' vio superior á todas estas provocaciones, la obli—<br />

; go á ir á Barcelona con el objeto <strong>de</strong> que la exa-<br />

í en aquella capital. En efecto, el célebre frenólo-<br />

¡ mida, muy poco pronunciada la protuberancia<br />

Gall, el órgano <strong>de</strong> la lujuria, y <strong>de</strong> consiguiente<br />

tenia Saturnino un nuevo motivo para conven-<br />

! cerse <strong>de</strong> la fi<strong>de</strong>lidad <strong>de</strong> su fea idolatrada. Des­<br />

pués <strong>de</strong> todos estos esperimentos y minuciosas<br />

precauciones, se casó con ella; á los dos dias la<br />

<strong>de</strong>jó en Zaragoza, y á los cuatro él en persona<br />

¡ se hallaba <strong>de</strong>tras <strong>de</strong>l mostrador en su magnífica<br />

| tienda <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> Pont.ejos. ¡Ahí | quiera el<br />

I cielo que aquella muger no sea prolífica ! ¡quie-<br />

[<br />

ra el cielo que no se hagan <strong>de</strong> moda aquellas<br />

i horrorosas fisonomías! Si por <strong>de</strong>sgracia se gene-<br />

I cia la diesen los padres en engendrar monstruos<br />

j tan horribles como Celestina , tamaño abuso mi­<br />

naría por su base el matrimonio, que es la mas<br />

' santa délas instituciones, y los mas apasionados<br />

j <strong>de</strong>fensores <strong>de</strong> la libertad generatriz bien enten­<br />

dida pedirían hasta para parir censura previa.

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