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Robustiana lanzó un grito lastimero. El momen­<br />

to era una verda<strong>de</strong>ra crisis que yo juzgué lo mas<br />

conveniente que avanzase a su fin: resueltamen­<br />

te me dirijí a" la puerta y di libre entrada al pa­<br />

dre, que, según la facha y cierto olorcillo , <strong>de</strong>bía<br />

ser almacenista <strong>de</strong> aceite; el buen hombre sin<br />

cuidarse <strong>de</strong> mí, continuó gritando: ¡Dón<strong>de</strong> se<br />

hallan esos infames, dón<strong>de</strong> están que los voy á<br />

asesinar!...<br />

— Padre, perdonadnos.<br />

— Sí, dijo el barbero, perdonadnos.<br />

—Seductor, hombre sin conducta, ahora reci­<br />

birás el premio <strong>de</strong> tus malda<strong>de</strong>s, dijo, y se lanzó<br />

al sable que estaba en el rincón ; yo temiendo los<br />

efectos <strong>de</strong>l furor paternal me interpuse, di­<br />

ciendo :<br />

— Conténgase usted y respete se halla en casa<br />

que no es la suya.<br />

dor.<br />

— También con usted me las habré, encubri­<br />

— Señor mío, lo que estoy yo...<br />

—Es contribuyendo á la perdición <strong>de</strong> mi hija.<br />

—Cese usted en sus insultos. pues <strong>de</strong> no...<br />

— Se lo diré á usted cien veces, sí señor.<br />

Yo conocia que el hombre tenia raznn y qui­<br />

se hacerle enten<strong>de</strong>r lo que habia ocurrid»; pero<br />

el anciano no lo permitía, pues continuaba di­<br />

ciendo :<br />

— ¿Todos son uste<strong>de</strong>s contra mí? pues bien yo<br />

haré que se me respete, y abriendo el balcón co­<br />

menzó á gritar con mas fuerza ¡ favor! ¡socorro!<br />

¡vecinos! ¡ socorro!...<br />

—Escucho usted, hombre <strong>de</strong> todos los dia­<br />

blos...<br />

— ¡Padre!...<br />

—Vecinos!!!...<br />

¡Oh! para colmo dé la <strong>de</strong>sesperación, en<br />

aquel momento fatal se presenta mi patrona y<br />

escucha que el motivo <strong>de</strong> la algazara es una se­<br />

ducción, y juzga que el reo soy yo, y que el tem­<br />

plo don<strong>de</strong> se ha quemado el mal incienso es su<br />

casa, y grita también y palca y prodiga insultos<br />

y amenazas, y su furor crece hasta el punto ¡le<br />

enarbolar mí bastón, y yo aturdido <strong>de</strong> tañías vo­<br />

ces y queriendo opomr alguna <strong>de</strong>fensa al sable<br />

<strong>de</strong>l padre y a! bastón <strong>de</strong> la patrona, alzo el para­<br />

guas y me pongo en a<strong>de</strong>man hostil...<br />

¡Momentos do horrible confusión! algunas-<br />

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personas <strong>de</strong> aquellas que siempre encuentran un<br />

placer en ver renegar al prójimo, se habían in­<br />

troducido en la habitación formando una barre­<br />

ra <strong>de</strong> carne humana, que difícilmente pudo rom­<br />

per un <strong>de</strong>stello <strong>de</strong> la autoridad municipal, vulgo<br />

Alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> barrio, que no tardó en presentarse<br />

atraido por el alboroto. Gran triunfo consiguió<br />

con escuchar y ser escuchado, pues se mezcla­<br />

ban formando un coro infernal los agudos chi­<br />

llidos <strong>de</strong> Robustiana con los suspiros mayúscu­<br />

los <strong>de</strong> su amante, los <strong>de</strong>nuestos y amenazas, en<br />

tono <strong>de</strong> sochantre, que espresaban la ira déla<br />

patrona con los gritos <strong>de</strong>l padre interpolados <strong>de</strong><br />

asmáticas toses y mis espresivas interjecciones<br />

con los ruegos <strong>de</strong> algún oficioso re<strong>de</strong>ntor. Por<br />

fin, fueron entendiéndose y escuché á Robustia­<br />

na que <strong>de</strong>cia:<br />

— Señor: este joven y yo somos víctimas <strong>de</strong><br />

una pasión...<br />

—También yo, murmuré.<br />

— Y mi padre se opone á la realización <strong>de</strong><br />

nuestros honestos intentos.<br />

— ¿Uste<strong>de</strong>s quieren casarse? dijo el Alcal<strong>de</strong>.<br />

— Sí señor, y Fandilas no es ningún perdido,<br />

pues tiene su tienda <strong>de</strong> cirujano muy acredi­<br />

tada.<br />

—¿Qué dice usted, como padre que es <strong>de</strong> esta<br />

joven ?<br />

— Debo <strong>de</strong>cir, que si sus fines son esos<br />

¿qué he do hacer? renunciaré á mi vengan­<br />

za sean uste<strong>de</strong>s todos testigos: que seca­<br />

sen.<br />

Y so mudó repentinamente la escena, mi pa­<br />

trona dirijia miradas <strong>de</strong> asombro al convencerse<br />

<strong>de</strong> su error; los amantes, es <strong>de</strong>cir Robustiana,<br />

se mostraba gozosa , pues que Fandilas conti­<br />

nuaba imperturbable tapándose los ojos. Res­<br />

pecto á mi persona solo diré que creí en con­<br />

ciencia que todo habia sido una trama diabólica<br />

para casar al barbero quo era la verda<strong>de</strong>ra víc­<br />

tima <strong>de</strong> aquel drama; mi patrona requirió con<br />

buen modo á los profanos abandonasen el terre­<br />

no, lo que verificaron en cstremo disgustados<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong>senlacc.<strong>de</strong> aquel suceso.<br />

Robustiana con gestos y monadas empalagosas<br />

me suplicó, en gracia <strong>de</strong> mi con<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia,<br />

que asistiese á su boda, yo <strong>de</strong>seando librarme<br />

<strong>de</strong> sus importunida<strong>de</strong>s, ofrecí cuanto quisieron,<br />

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