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nos damos; mas dígalo pronto.—Poquito á po­<br />

co, que no estamos en ningún ventisquero, y<br />

mientras mas tar<strong>de</strong>n en saberlo, mayor será su<br />

curiosidad.<br />

Entre los muchos y prodigiosos inventos que<br />

ha hecho el ingenio humano para acercar á los<br />

hombres, merece un distinguido lugar este <strong>de</strong><br />

que trato. Mayor es su virtud que la <strong>de</strong>l vapor,<br />

porque si bien este sirve para salvar pronto lar­<br />

gas distancias, no tiene el po<strong>de</strong>r para que <strong>de</strong><br />

buenas á primeras se vaya fulanito <strong>de</strong>recho á<br />

menganito y le hable. El invento que me ocupa,<br />

viejo como la risa, es un vehículo po<strong>de</strong>rosa para [<br />

las relaciones mutuas <strong>de</strong> los individuos en so- I<br />

ciedad ; es un medio gastado sin que por ello ha­<br />

ya caido en <strong>de</strong>suso (y en esto conocerán uste<strong>de</strong>s<br />

todo lo que vale) para igualar las condiciones<br />

sociales; es en fin un podor que establece la mas<br />

justa libertad, y que pone á nivel y une por un<br />

mome.nto al clérigo con el militar, al escribano<br />

con el escribano, al periodista con el fiscal, al<br />

ignorante con el sabio, y etcétera. Y es <strong>de</strong> admi^<br />

rar que una vez <strong>de</strong> por medio este po<strong>de</strong>r, guar­<br />

darse todos podrán <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar <strong>de</strong>sairado al que lo<br />

invoca, que capaz será por la negra honrilla <strong>de</strong><br />

armar una <strong>de</strong> todos los diablos y convertir en<br />

campo <strong>de</strong> Agramante el sitio en que se encuen­<br />

tre: ni es para menos el asunto porque cada cual<br />

tiene su aquel como Dios se lo haya dado, y bien<br />

merece que se guar<strong>de</strong>n algunas consi<strong>de</strong>raciones<br />

al nivelador <strong>de</strong> las clases.<br />

¡Oh invento <strong>de</strong> los inventos! yo te saludo y<br />

tu po<strong>de</strong>r admiro! Ahora bien: supongo .que ya<br />

quedarán uste<strong>de</strong>s enterados, y habrán venido<br />

en conocimiento <strong>de</strong>l objeto que motiva este artí­<br />

culo , pero si por la mucha torpeza <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s<br />

no compren<strong>de</strong>n una cosa tan clara y tan esplici-<br />

tamente manifestada, forzoso me será sacarlos<br />

<strong>de</strong> duda.<br />

Encen<strong>de</strong>r un cigarro. Hé aquí el gran caba­<br />

llo <strong>de</strong> batalla <strong>de</strong> este artículo; lié aquí el medio<br />

po<strong>de</strong>roso <strong>de</strong> comunicación; lié aquí lo que acer­<br />

ca á los hombres sin conocerse; hé aquí, eñ fin,<br />

en lo que nadie ha hecho alto, á pesar <strong>de</strong> ser<br />

materia para escribir gruesos volúmenes, y dig­<br />

na <strong>de</strong> que los vates templen sus cítaras para can­<br />

tar sus merecimientos! Oh, tú, el primero que<br />

enseñastes que era cosa lícita que mi cigarro en<br />

el cigarro <strong>de</strong> otre se encendiera! Oh, tú, inge­<br />

nio cual no otro claro ! Oh , tú, civilizador <strong>de</strong> la<br />

humana especie, recibe este corto tributo <strong>de</strong><br />

admiración que <strong>de</strong>dica á tu memoria el que mas<br />

<strong>de</strong> una vez ha tenido lugar <strong>de</strong> probar todo lo que<br />

vale encen<strong>de</strong>r un cigarro! pedir la can<strong>de</strong>­<br />

la!!!<br />

No hay que asombrarse, lectores, <strong>de</strong> este mi<br />

entusiasmo fumatérico. Aten<strong>de</strong>d, á las causas<br />

que lo incitan , y tendréis que confesar <strong>de</strong> buen<br />

ó mal grado, que es justo y como justo noble, y<br />

á fuer <strong>de</strong> noble <strong>de</strong>sinteresado. Porque ese inven­<br />

to sublime no queda reducido á lo manifestado;<br />

hay un millón <strong>de</strong> cosas mas para probar su es-<br />

celencia. / Pedir la can<strong>de</strong>la! Y en ese hecho ¿qué<br />

hay <strong>de</strong> particular? dirá alguno. Pues es nada:<br />

figuraos que el pedir la can<strong>de</strong>la es un barómetro<br />

seguro para conocer 1 s puntos <strong>de</strong> educación y<br />

<strong>de</strong> finura que el pedigüeño calza. Encienda us­<br />

ted un cigarro y coloqúese en sitio público; y<br />

verá como al olorcillo se le <strong>de</strong>jan venir encima<br />

mas <strong>de</strong> un aficionado á echar por boca y narices<br />

humo; y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> este momento pue<strong>de</strong> usted dar<br />

principio á sus observaciones. — Amigo, ¿me ha­<br />

ce usted el favor <strong>de</strong> que encienda este cigarro?<br />

Alce usted la cabeza á esta invitación, y mire<br />

quien se la hace; y aunque usted no quiera, se<br />

encuentra frente á frente con un hombre tem­<br />

plado á los tiempos <strong>de</strong>l rey Favila, que en buen<br />

| hora sea dicho, ha sido el único que ha sabido<br />

morir como á los <strong>de</strong> su clase conviene. Le da us­<br />

ted la can<strong>de</strong>la, y luego que encien<strong>de</strong>, se la <strong>de</strong>-<br />

. vuelve á usted con el correspondiente «agra<strong>de</strong>­<br />

cido, amigo.» Por su llaneza y por la minucio­<br />

sidad con que le pi<strong>de</strong> á usted la can<strong>de</strong>la, tiene<br />

usted forzosamente que venir en conocimiento<br />

que el tal individuo es un hombre formalote é<br />

incapaz, por lo tanto, <strong>de</strong> faltar á las reglas <strong>de</strong><br />

buena crianza. — Caballero , ¿ tiene usted la dig­<br />

nación <strong>de</strong> participarme sus ardores? Y usted al<br />

oir esto cae al momento en la cuenta <strong>de</strong> que el<br />

que le habla es un elegante á la <strong>de</strong>rnier un fa­<br />

tuo, que mejor se <strong>de</strong>jaría cortar las narices que<br />

espresarse <strong>de</strong> un modo natural.—¿Me permite<br />

usted? le dice á usted otro: un modo <strong>de</strong> pedir<br />

tan conciso revelará á usted al punto que esto<br />

ciudadano es poco amigo <strong>de</strong> gastar saliva, y tie­<br />

ne en mucho su estómago para estragárselo fue

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