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moraba en Toledo, é dijo al moro de catar si el
viejo habia cura de su malatía. El arábigo cató
é tentó á Joan ó fizo con él esas et esotras proba­
duras, é todo paró en que el físico ficiesc juras
por el zancarrón de Mahoma de que habia certi­
nidad de guarir á Joan facendo que tornase á
ver á su fija, á tanto que se le pagase la guari-
dura con quinientos maravedís de. oro en oro:
¡asedo cabo de tan sabroso comienzo, cá los
dos lacerados de Joan é María non habían en hu­
cha nin maravedí nin blanca! Fuéronse dcnde
mollinos, ó María non cesaba de orar al señor
sant-Illan é al señor sant-Iego que les quisieran
acorrer en tan áspero trance. «¿De dó», cavilaba
ella cu sus adentros, «de dó tirar quinientos
maravedís para ser quilos con el honrado moro
que tomarleía la vista de los ojos al triste de mi
padre? A. la hé , yo garrida moza soy é amartela­
dos de sobra cuento, pecheros ó hidalgos, que
me endilgan quillotros é gentilezas; mas lodos
son mancebillos pitofleros que de al non curan
que de sus garzonías, é buscan barraganas é
non dueñas seguml la ley de don Jesu-Cristo.
Mémbrome non obstante que frente de casa mo­
ra el espadero macse Palomo, que de contino me
mira é remiro é nunca me labia; é ansí la Vir­
gen -me ayude que me parescc el home de asaz
buena masa para marido; pero ¿cuál mochadla,
non scyendo tuerta nin gibosa, podelicia querer
con aquella nariz tan chata, con aquella color
de dátil maduro, con aquellos ojos de beserro
mortecino , ó con aquellas manazas que mas aína
semejan de animalia bruta que de persona que
en las foíguras de amor falagar blandamientre
debe á la fembra que la suerte le depare para la
su compaña ? Diz que non soya nada embriago
nin apaleador nin doñeador nin míntroso, éque
soya otrosí grandemienlre cabdaloso é rico : lás­
tima que tales partes adune quien es tan gran­
demienlre feo ó tozudo.» Dando é tomando en
esto llegaron Joan é Maria á su posada onde
atendiéndolos un escudero estaba con loba de
luto; el cual dijo á Maria que su tia del corregi­
dor de la cibdad era muerta en estado honesto et
en la flor de su edad , cá non habia complido los
setenta, é que habiéndose de facer las obsequias
de la doncellica scíentañona al otro día, fuerza
era que el su olahud fuese levado á la eglesia
por doncellas, é veníale á pescudar a Maria si
plazríale de ser una de las porteadoras de la fi­
nada , é daríagele un habito blanco é de yantar é
un ducado é las gracias p ir añididura. Maria, á
fuer de manceba bien endotrinada, respondió
que si el su padre venia bien en ello, ansimes-
mo vernía ella: Joan acetó, é Maria regodeóse
de poder andar á facer alarde de su cabellera, cá
sabido es que las mochadlas que levan á soter­
rar a otra van desmelenadas. E cuando á la otra
mañana las dueñas de la corregidora aderezaron
á Maria con el habito blanco como el ampo de
la nieve é fino como piel de cebolla; é cuando
rodeáronle al cenceño talle una faja carmesí de
seda cuyos cabos pendían fasta el ancho ruedo
de las haldas; é cuando cingiéronlc una corona
de blancas flores por la su tersa é candidísima
frente,; dígovos que con el hábito é la faja é la
corona, é la fermosa cabellera tendida, é la muy
mas fermosa faz é continente suyos, non seme­
jaba fembra de carne é de hueso formada, sinon
sobrehumana creatura.ó bienaventurada mora­
dora de los lucientes cercos onde asisten las céli­
cas hierarquías. Saliéronla á ver á la sala el cor­
regidor é los del duelo, é todos de contiuo loa­
ban á Dios á quien tan miraclosas obras plega
facer para consolación é solaz de los en el mun­
do vivientes. E allá en un rincón de, la sala vacia
iumóvile, como builo de peña labrado, uno de
los del mortuorio con el capuz de la loba echa­
do, que non se le cataban nías de los ojos, los
que habia de hito en hito enclavados cu la gar­
rida doncella, la cual traia los suyos honesta­
mente abajados al suelo, ó un poco doblegada la
cabeza, é un poco coloradas de vergüenza las
mejillas, maguer la sabia farto bien oír los loo­
res que de su gentileza facían. Abrióse á desho­
ra un cancel , ó comenzó de asomar una grande
comba de saya, que al non era que la tripa de la
correjidora, la cual paresció al cabo de dos bra­
zas de vientre , cá estaba en dias departo; é co­
mo vido á Maria fincó hí parada, desanchó los
ojos de un geme, mordióse los bezos é llamó á
su marido: departieron juntos una buena pieza,
é fuéronse dende, é cuando lomaron, ya los del
mortuorio eran idos.
JOAN EUGENIO HAnxzENDUsr.n.