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Los hombres popa-moscas usan sombrerito á<br />

lo cesante con escarapela blanca, que es signo<br />

<strong>de</strong> paz, gorro negro <strong>de</strong>bajo , gran cuello <strong>de</strong> ca­<br />

misa , corbata blanca, casaca antigua, calzón<br />

corto, y zapato con hebillas, todo <strong>de</strong> pega.<br />

En cuanto á profesión solo los papa-moscas la<br />

tienen. Los <strong>de</strong>más elegantes no tienen necesidad<br />

<strong>de</strong> ella. La gran moda <strong>de</strong> España es APROPIARSE<br />

LO AGENO.<br />

COSTUMBRES RUSAS.<br />

SAN PETEIISBLRGO C> <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> IS'ií.<br />

Gracias á mis amigos , pu<strong>de</strong> conseguir dinero<br />

rimado una mecha, ar<strong>de</strong> él, ar<strong>de</strong> la- diligencia,<br />

y ar<strong>de</strong>mos todos como hachas <strong>de</strong> viento. Era mas<br />

para el viaje. Gracias á mi dinero logré un que viejo, porque los viejos solo se quedan cal­<br />

asiento en las Peninsulares, y gracias á eslas, vos <strong>de</strong> la cabeza, y él nó tenia un pelo en todo el<br />

salí <strong>de</strong> la corte, no sin sentimiento <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r por cuerpo. El ala había volado para siempre á pe­<br />

algún tiempo los goces y guaridas que en Masar <strong>de</strong> que su amolé, daba muchas alas con sus<br />

drid me habían proporcionado mis diez años <strong>de</strong> ¡ caricias : la copa era tan pequeña que no ¡nidria<br />

permanencia. Metímc en la diligencia como Pe­ uno emborracharse aunque se, la bebiera llena<br />

dro por su casa, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> calcular y temblar <strong>de</strong> ron ; y por último, lo mejor que tenia era la<br />

y recelar y reflexionar qué clase <strong>de</strong> compañeros cinta <strong>de</strong> una seda blanca muy parecida al bra­<br />

me tocarían. Decia yo, porque sabia que todos mante. Picados todos <strong>de</strong> la / curiosidad , pre­<br />

los asientos estaban ocupados legítimamente; sí guntamos al camarada qué <strong>de</strong>stino reservaba<br />

á cada uno lo diera la gana <strong>de</strong> ser un hombre para aquel mueble tan inútil. ¿Cómo que inútil?<br />

gordo, y quien dice un hombre dice una muger, nos contestó el amigo : si está casi nuevo, <strong>de</strong>jen<br />

¿qué seria <strong>de</strong> mi cuerpo y <strong>de</strong> mis brazos y <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s que le pasen la plancha, y verán cosa<br />

mis piernas atravesando en prensa tantas le­ <strong>de</strong> gusto. A fé que le está esperando mi caduguas?<br />

Y se conoce que mis compañeros <strong>de</strong> viacan , que si no fuera porque va á contraer maje<br />

, que ya estaban acurrucados cuando yo montrimonio, y le quiere estrenar aquel dia, malté,<br />

abrigaban el mismo temor; porque cuando dito si yo enajenaba este glorioso recuerdo <strong>de</strong><br />

les anunciaron mi llegada , sacaron la gaita por mis antepasados. Y esto diciendo, le tomó con<br />

la ventanilla y csclamaron con tono <strong>de</strong> satisfac­ ambas manos con mas cuidado que si llevara<br />

ción : ¡ Albricias , que también es <strong>de</strong>lgado! To­ un niño Jesús <strong>de</strong> cera ó un castillo <strong>de</strong> dulces.<br />

cóme buena gente en honor <strong>de</strong> la verdad, y no Entre estas y las otras, pasamos los Pirineos con<br />

aventuraré nada en <strong>de</strong>cir que también yo sim­ un frió que nos soplábamos las uñas. Echamos<br />

paticé con los viajeros. A la media legua escasa un sueño, y cuando <strong>de</strong>spertamos <strong>de</strong>seosos <strong>de</strong> to­<br />

<strong>de</strong> camino, lodos sabíamos nuestras vidas y mimar un refrigerio, y mas <strong>de</strong> estirar las piernas,<br />

lagros ; sacamos cada uno nuestra merienda, y preguntamos al mayoral que cuándo mudaban<br />

tomamos aliento para proseguir con ánimo tan el liro. Ya pronto, respondió el <strong>de</strong> la'diligcneia;<br />

larga y penosa espedicion. Mi compañero <strong>de</strong> la en llegando á Moscoxv. ¡A Moscow ! escindíamos<br />

izquierda, joven <strong>de</strong>l año setecientos y pico, abo­ lodos los viajeros asombrados. Sí señores, á<br />

gado según nos dijo, y no según las apariencias, Moscoxv ! replicó el mayoral; y dando cuatro la­<br />

íraia sumerjido en un bolso <strong>de</strong>l chaleco un frastigazos á las muías, prosiguió la marcha canco<br />

<strong>de</strong> licor <strong>de</strong> apio, que nos brindó sin duda f]e tando :<br />

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muy buena voluntad, y nosotros porque no di­<br />

jera so lo bebimos con la mejor fé y sinceridad<br />

<strong>de</strong>l mundo. Valia este ciudadano un caudal para<br />

compañero <strong>de</strong> viaje, sino fuera por un maldito<br />

mozo que tiene en casa, á quien él llama su ca­<br />

chicán;- porque sin duda le viste <strong>de</strong> <strong>de</strong>shechos,<br />

y aunque una premia se le caiga <strong>de</strong> mugre, an­<br />

tes que tirarla, prefiere ir incomodado todo el<br />

camino á que su cachicán carezca <strong>de</strong> ella. Digo<br />

esto, porque cuando rompimos la marcha le vi­<br />

mos un sombrero entre las piernas, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

que hay sombreros en el mundo no se ha visto<br />

cosa mas <strong>de</strong>testable. Era <strong>de</strong> una cosa que en al­<br />

gún tiempo fué seda sobre fieltro, y ahora tenia<br />

honores <strong>de</strong> grasa sobre sebo. Si le hubieran ar

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