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rao muertos, abriendo (como vivos) las orejas, |<br />

las narices y los ojazos para colar las especies al<br />

entendimiento, aunque dicen autores que, entre<br />

tantos ciudadanos, no había ninguno que lo tu­<br />

viese.<br />

El señor alcal<strong>de</strong>, sentado en el banquillo <strong>de</strong> la<br />

presi<strong>de</strong>ncia , hizo una contorsión parlamentaria,<br />

como llamando la atención <strong>de</strong>l auditorio. Calóse<br />

el fiel <strong>de</strong> fechos sus anteojos <strong>de</strong> muelle (no sin<br />

gran<strong>de</strong> aprieto <strong>de</strong> sus narices) ¡frunció la fren­<br />

te como haciendo un esfuerzo <strong>de</strong> inteligencia,<br />

y con la pluma en la <strong>de</strong>recha mano, preparóse á<br />

escribir el discurso inaugura! <strong>de</strong>l alcal<strong>de</strong>, que<br />

comenzó <strong>de</strong> esta manera.<br />

«Señores, señoras, hombres , mugeres, veci­<br />

nos y forasteros... El timulto popular <strong>de</strong>ste pue­<br />

blo manánimo, en estos dias <strong>de</strong> cris, ha tenío,<br />

lugar en estos dias <strong>de</strong> timulto pepular, en este<br />

pueblo manánimo <strong>de</strong> cris...»<br />

Al llegar aquí le tiró el fiel <strong>de</strong> fechos <strong>de</strong> la<br />

chaqueta, y por esta insinuación conoció el<br />

preopinante que no marchaba por buen camino:<br />

tosió dos veces para tomar aliento, puso la ma­<br />

no sobre la frente, señal inequívoca <strong>de</strong> reflexión<br />

profunda; y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un momento <strong>de</strong> alambi-<br />

caciones mentales, volvióse al concurso, pen­<br />

diente <strong>de</strong> su boca, y... se quedó sin <strong>de</strong>cir una<br />

palabra.<br />

— Que parle! Que parlo! prorumpió á voz en<br />

grito el pueblo <strong>de</strong>saforado.<br />

— Que mas eche una proclama! dijeron va-<br />

a-ias voces.<br />

— Que prenuncie otra vez su discurso! grita­<br />

ron <strong>de</strong> otra parte.<br />

—-Repetatur I Repetatur! concluyó el sacris­<br />

tán <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la puerta.<br />

—Bien! Bien! Que viva el sacristán! repitie­<br />

ron <strong>de</strong> todas partes , y los vivas y los bravos-, y<br />

las palmadas y las coces llenaron la cstancia :<br />

<strong>de</strong><br />

infernal estruendo.<br />

— Al or<strong>de</strong>n! al or<strong>de</strong>n! clamó el alcal<strong>de</strong>, sacu­<br />

diendo en el viento la constipada cencerrilla.—<br />

Al or<strong>de</strong>n!<br />

— Que parle el concejo! gritaron las masas.<br />

— Que calle elpueblo! respondieron los con­<br />

cejiles.<br />

—Chista prorumpió el alcal<strong>de</strong>; y rascándo­<br />

se la mollera, volvida su discurso.<br />

«Señores, señoras , hombres, mugeres, veci­<br />

nos y forasteros... La cris... la cris con que se<br />

halla este pueblo manánimo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l timul­<br />

to pepular <strong>de</strong>ste manánimo pueblo, en la cris<br />

tan... tan... tan... tan...<br />

—Brutazo! clamó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la puerta una voz<br />

;harto conocida <strong>de</strong> todos; y atropellando las ma­<br />

sas, entró en el concejo la alcal<strong>de</strong>sa, <strong>de</strong>smele­<br />

nada y pálida.<br />

— Brutazo! repitió dirigiéndose al alcal<strong>de</strong> co­<br />

mo una sierpe. Brutazo! Animal I Qué sacará<br />

el angelito con tus sermones? Dame esa vara,<br />

que yo sabré lo que be <strong>de</strong> hacer...<br />

Y quitándosela <strong>de</strong> las manos, comenzó á sa--<br />

cudirle furiosamente.<br />

— Que viva la alcal<strong>de</strong>sa! gritaron á la par<br />

todas las mugeres.<br />

— Que callen las gallinas! contestaron los<br />

hombres.<br />

— Que vivaaaaa !<br />

— Que calleeeeen! Afuera ellas!<br />

—Afuera ellos!<br />

—Las parlanchínas!<br />

— Los borrachones!<br />

— Silencio ! interrumpió la alcal<strong>de</strong>sa levan­<br />

tando la vara magestuosamente.—Silencio!—<br />

Restablecióse el or<strong>de</strong>n y prosiguió la oradora.<br />

«Como muger <strong>de</strong> mi marido, que no sabe su<br />

obligación, y durante su brutalidad, mando y<br />

<strong>de</strong>creto que se queme á la bruja.»<br />

— Que se la queme! que se la queme!<br />

— Pero, señora, opuso el fiel <strong>de</strong> fechos con<br />

mucho lino; basla el presente á ninguno es no­<br />

torio su para<strong>de</strong>ro...<br />

— Pues á eso voy, continuóla alcal<strong>de</strong>sa. Sa­<br />

bed, vecinos honrados, que yo soy muy malicio­<br />

sa, y que á mí no me la pega ni el lucero <strong>de</strong>l al­<br />

ba... Yo sospecho mucho....<br />

— De quién? <strong>de</strong> quién?<br />

— A eso voy. Las brujas son muy astutas... y<br />

por eso lo digo. La lia Calandria dice que vio á<br />

mi niño ¡hijo <strong>de</strong> su madrcl que se le llevaba la<br />

bruja... y adon<strong>de</strong>? A los infiernos!!! Pues bien,<br />

á mí nadie me saca <strong>de</strong> mis trece 1... Esto lo dijo<br />

porque no conocieran su picardía, y... á mí no<br />

me la cuela nadie!... y por eso digo, ¡y estoy<br />

segura <strong>de</strong> ello!... que la tia Calandria es la que<br />

me ha robado con sus mejunjes al hijo <strong>de</strong> mis

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