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5ilación, en todas partes hombres sin ojos, sin<br />

orejas, sin brazos, en todas partes señales fu­<br />

nestas, <strong>de</strong>plorables vestigios <strong>de</strong>l sistema asola-<br />

dor <strong>de</strong>l doctor Kinster. Mas <strong>de</strong> dos estrangeros<br />

preguntaron si en Cantorbery babia una raza<br />

particular <strong>de</strong> hombres que nacían con menos<br />

miembros que los <strong>de</strong>más que pueblan el univer­<br />

so. Afortunadamente el sistema <strong>de</strong> Kinster cayó<br />

en un <strong>de</strong>scrédito completo, por lo que el buen<br />

doctor no teniendo á quien visitar , como por via<br />

<strong>de</strong> pasatiempo se consagró á la caza , siendo con<br />

esto mas <strong>de</strong>sgraciado todavía que en el egercicio<br />

<strong>de</strong> su profesión. Cargaba la escopeta con poquí­<br />

sima pólvora y con solo un perdigón pequeñísi­<br />

mo ; lodo á consecuencia <strong>de</strong> las estrafalarias<br />

máximas <strong>de</strong> que estaba atestada su cabeza. Cogia<br />

un puñado <strong>de</strong> perdigones y <strong>de</strong>cía: ¿qué importa<br />

para malar un ave que ponga uno menos? Y si<br />

uno menos es nada, otro menos será también<br />

otra nada , y esto diciendo iba uno tras otro vol­<br />

viendo al frasco todos los perdigones, hasta <strong>de</strong>­<br />

jar la carga reducida á uno solo y con frecuencia<br />

á ninguno. Esto no impedia sin embargo que<br />

disparase su escopeta contra una águila real, y<br />

que se tirase <strong>de</strong> los cabellos viéndose todos los<br />

dias obligado á regresar á su casa sin un solo<br />

trofeo venatorio.<br />

Tiempo hacia que Tompson y Kinster se ha­<br />

bían casado pero entendámonos, lector, no creas<br />

que se hubiese casado el uno con el otro: ellos<br />

sabían lo mismo que todos los hijos <strong>de</strong> Adán que<br />

pan con pan es comida <strong>de</strong> tontos, y eran por<br />

otra parte bastante escrupulosos y concienzudos<br />

para no cometer pecado contra natura. Tompson<br />

se casó con una muger y Kinster con otra , y ni<br />

uno ni otro al contraer matrimonio perdieron <strong>de</strong><br />

vista sus estravagantes máximas. Así es que<br />

Tompson, partidario <strong>de</strong>l máximo, se casó con la<br />

muger mas alta <strong>de</strong> Inglaterra; y Kinster, parti­<br />

dario <strong>de</strong>l mínimo, se casó con la mas pequeña.<br />

La <strong>de</strong>l primero era conocida en todo el reino<br />

unido con el apodo <strong>de</strong> la Elefanta, y la <strong>de</strong>l se­<br />

gundo con el <strong>de</strong> la Pulga. Diciendo que tiempo<br />

hacia que Tompson y Kinster se habían casado,<br />

se da á enten<strong>de</strong>r fácilmente que eran ya viudos<br />

en la época á que esla crónica se refiere; porque<br />

¿qué muger por alta ó pequeña que fuese babia<br />

<strong>de</strong> resistir mucho tiempo sin morirse las imper-<br />

503<br />

linencias <strong>de</strong> nuestros médicos, que es <strong>de</strong> creer<br />

aplicaban todo el rigor <strong>de</strong> sus exageradas teorías<br />

hasta á las cosas domésticas mas insignificantes<br />

y hasta á los mismos actos esencialmente matri­<br />

moniales? La Elefanta y la Pulga murieron ; pe­<br />

ro no sin <strong>de</strong>jar cada una <strong>de</strong> ellas en la tierra un<br />

testimonio vivo <strong>de</strong> su fecundidad. Murieron al<br />

año <strong>de</strong> haberse casado, y por uno <strong>de</strong> esos raros<br />

caprichos <strong>de</strong> la naturaleza , por una <strong>de</strong> esas ra­<br />

ras combinaciones que el hombre llama casuales<br />

ó provi<strong>de</strong>nciales no pudiéndoselas esplicar <strong>de</strong><br />

ninguna manera, la Elefanta díó á Tompson<br />

una hija que á los quince años era tan pequeña<br />

que parecía hija <strong>de</strong> la Pulga, y esta dio una hija<br />

á Kinster que á los.quince años era tan alia que<br />

parecía hija <strong>de</strong> la Elefanta. Y véase por qué me­<br />

dios, por qué combinaciones tan sabias y tan<br />

superiores á todos los cálculos humanos supo la<br />

Provi<strong>de</strong>ncia colocar las unas al lado <strong>de</strong> las otras,<br />

para que mas resaltasen en el contraste las estra-<br />

vagancias diametralmente opuestas <strong>de</strong> Tompson<br />

y <strong>de</strong> Kinster. Tompson al per<strong>de</strong>r á la Elefanta.<br />

no confiando po<strong>de</strong>r hallar jamás otra muger <strong>de</strong><br />

tan gigantescas dimensiones , resolvió permane­<br />

cer viudo todos los dias <strong>de</strong> su vida, y la misma<br />

resolución hizo Kinster al per<strong>de</strong>r á su muger, no<br />

consi<strong>de</strong>rando posible encontrar otra ton pequeña<br />

como la Pulga. Pero Tompson vio á la corpulen­<br />

tísima hija <strong>de</strong> Kinster, y este á la diminutísima<br />

hija <strong>de</strong> aquel, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego trocaron ambos su<br />

primitiva resolución en la <strong>de</strong> hacerse recíproca­<br />

mente, yernos y suegras. Por parte <strong>de</strong> las hijas<br />

fué esta i<strong>de</strong>a acogida con un entusiasmo difícil<br />

<strong>de</strong> esplicar. Naturalmente <strong>de</strong>ngosa la hija <strong>de</strong><br />

Tompson y obligada por la sistemática conducta<br />

<strong>de</strong> su padre á ingerir en su estómago mas ali­<br />

mentos <strong>de</strong> los que la capacidad <strong>de</strong> este permitía,<br />

la comida era para ella un suplicio <strong>de</strong>l que á to­<br />

da costa <strong>de</strong>seaba libertarse, y esto indudable­<br />

mente <strong>de</strong>bía conseguirlo dando la mano á Kins­<br />

ter. La hija <strong>de</strong> este, al contrario. Naturalmente<br />

comilona y voraz, y sugeta á la rigurosa absti­<br />

nencia á que la con<strong>de</strong>naban las doctrinas <strong>de</strong> su<br />

padre, veia en Tompson su ángel libertador, sin<br />

preveer que para evitar un escollo iba á estre­<br />

llarse en otro igualmente funesto. ¡Triste con­<br />

dición la nuestra, que no sabemos huir <strong>de</strong> un<br />

estremo sino para colocarnos en el opuesto, y

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