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158<br />

acaba <strong>de</strong> hacer allí en su lugar <strong>de</strong>scanso. Se vá<br />

usted á chupar los <strong>de</strong>dos.— ¿Con qué usted lo<br />

entien<strong>de</strong>? le dije yo, sin figurarme que esta pre­<br />

gunta <strong>de</strong>bia herir su amor propio, como heriría<br />

el <strong>de</strong> Harlzembusch cualquiera que preguntase<br />

á este distinguido literato si entien<strong>de</strong> <strong>de</strong> dra­<br />

mas. — ¿ Si lo entiendo, ha dicho usted? ¡ es ori­<br />

ginal la pregunta I ¡ me pregunta usted si yo lo<br />

entiendo I jahí es un grano <strong>de</strong> anis! Mi padre y<br />

mi madre son <strong>de</strong> Guardamar, mi abuelo y mi<br />

abuela eran <strong>de</strong> Guardamar también, y lo mismo<br />

mi bisabuelo y mi bisabuela paternos y ma­<br />

ternos, y los que á ellos les engendraron y<br />

parieron, y los que engendraron y parieron á<br />

los que engendraron y parieron á ellos, y yo<br />

nací en Guardamar, y en Guardamar me bau­<br />

tizaron y me crié en Guardamar, <strong>de</strong> suerte<br />

que el conocimiento <strong>de</strong> los melones se pue<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>cir hereditario en mi familia. ¡Y me pre­<br />

gunta usted si yo lo entiendo I — No me había to­<br />

mado la molestia, le dije yo, <strong>de</strong> encaramar­<br />

me por su árbol geneológico <strong>de</strong> usted y tal<br />

vez haya dicho un disparate. — Sí señor, lo ha<br />

dicho usted muy garrafal. ¡Toma! ¡si entien­<br />

do <strong>de</strong> melones! (Estas últimas palabras las<br />

pronunció con un tono que revelaba perfecta­<br />

mente la compasión á que le movia mi igno­<br />

rancia.) Vamos á ver, añadió. ¿Cuántos quiere<br />

usted llevarse? — Hombre, uno... —¡Uno! ¡qué<br />

miseria! dos al menos se ha <strong>de</strong> llevar usted.<br />

¿Pues? si aunque se lleve usted dos docenas no<br />

le ha <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar usted probar á su muger lo que<br />

se dice una pepita. ¡Si hasta la corteza se va á<br />

comer usted I Y empezó á palpar un melón tras<br />

otro hasta haberles palpado todos. Se me fi­<br />

guraba un visurador <strong>de</strong> quintos ó un frenólogo<br />

examinando cabezas <strong>de</strong> varones ilustres.— ¡Aca­<br />

báramos! dije.yo al recibir <strong>de</strong> sus manos un par<br />

<strong>de</strong> melones seleclos. — ¡ Qué almíbar se lleva us­<br />

ted 1 — ¡ Qué almíbar me llevé yo!<br />

En efecto, llegué á mi casa; probé los me­<br />

lones, que creí eran la obra maestra <strong>de</strong> las me-<br />

loneras <strong>de</strong> Guardamar, y se los di enteritos á<br />

mí muger; mi muger los probó y se los dio<br />

enteritos á la criada ; la criada los probó y se<br />

los dio enteritos al cochino, y el cochino, mas<br />

inteligente en la materia que mi criada, que mi<br />

muger, que yo y que el mismo don Basilio, ni<br />

siquiera los probó, no hizo mas que olfatearlos.<br />

Al dia signiente, don Basilio me hizo muy<br />

<strong>de</strong> mañana una visita, con el solo objeto <strong>de</strong><br />

recibir los elogios que su feliz elección <strong>de</strong>bia<br />

haberle grangeado. ¿Qué tal le han parecido á<br />

usted los melones? me dijo.— ¡Oh! ¡escelen-<br />

tes! le respondí, y él no comprendiendo la iro­<br />

nía , — ¿pues? ¿no se lo dije á usted ? prosiguió,<br />

¿meloncitos á mí? Mi padre y mi madre son <strong>de</strong><br />

Guardamar (Interrumpíle con viveza; te­<br />

miendo que me obligase á hacer <strong>de</strong> nuevo un<br />

viaje geneológico.) — Pues señor, los melones<br />

eran <strong>de</strong>testables.— ¡Detestables! ¿qué está us­<br />

ted diciendo? no ¡usted se chancea ! —No<br />

señor, hablo con toda formalidad.—No pue<strong>de</strong><br />

ser, le digo á usted que no pue<strong>de</strong> ser. —Le<br />

digo á usted que eran un par <strong>de</strong> solemnes<br />

calabazas, yon el corral les encontrará usted<br />

faltando <strong>de</strong> ellos menos <strong>de</strong> lo que á nosotros nos<br />

queda <strong>de</strong> Constitución.<br />

Como fundaba toda su vanidad en su cra-<br />

neologia melónica ó digamos en su mclonología,<br />

quiso atribuir á malicia su ignorancia, aun­<br />

que <strong>de</strong>biera indisponerse conmigo muy seria­<br />

mente.—Conque, me dijo, eran malos... ¿eh?<br />

Demasiado lo sabia yo; quise divertirme y dar­<br />

le á usted un chasco... (Esta mentira recla­<br />

maba otra). — Pues señor, le dije, el chasco se<br />

lo llevó usted; los melones eran escelentes.—<br />

¡Toma! lo que dije antes; como que yo los<br />

escogí... — Pues señor, repliqué, sepa usted<br />

que eran muy malos. — ¿En qué quedamos?<br />

replicó él casi mareado; ¿eran malos ó eran<br />

buenos? — ¿En quC quedamos? repuse yo , quiso<br />

usted escojerlos buenos ó malos? — ¿Buenos?—<br />

Pues entonces eran malos. — ¿Malos? — Pues<br />

entonces eran buenos. — Así, dijo amostazado,<br />

nunca sacaremos en limpio lo que han sido. —<br />

Así, le contesté yo, nunca sacaremos en limpio<br />

lo que usted ha querido que fuesen.» Era cosa<br />

<strong>de</strong> no acabar, y don Basilio se fué. Nos había­<br />

mos constituido en la misma oposición sistemá­<br />

tica que Príncipe y Villergas, que Zorrilla y<br />

Ayguals.<br />

Lo mismo y aun mas que <strong>de</strong> los melones pue­<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse <strong>de</strong> las mugeres. Un calavera hace co­<br />

cos á una pisaver<strong>de</strong> <strong>de</strong> ojos negros é insinuan­<br />

tes que <strong>de</strong>voran á cuantos pasan por la calle con

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